Nos cambiaron los sonidos
Por Eduardo Sánchez Sánchez
Imaginemos como habrá sido el valle del Tomebamba antes de la fundación española de Cuenca o la cañari Guapondelig, cuando el canto mayor provenía de las aguas en un entorno fluminense de los cuatro hermanos: Tarqui, Yanuncay, Tomebamba y Machángara. Cuando las lluvias eran mayores y el torrente rico en vida que se repartía en los cultivos que advirtieron los fundadores españoles al mando de Don Gil Ramírez D. El agua es verdor y poesía, renovación y elegancia, inspiración y razón de instalarse la vida en amplio espectro, desde el más pequeño hongo hasta el grande mamífero y por ende el ser humano. El sonido es un componente paradójicamente poderoso y efímero en toda sociedad, por el ello el padre de los estudios del paisaje sonoro, Murray Schafer, compositor, ecólogo acústico y fundador del Proyecto mundial Paisaje Sonido, donde existen por lo menos tres componentes: el sonido tónico, las señales sonoras y las marcas o huellas sonoras.
La Pacha Mama, produjo sonoridades que las diversas etnias humanas, utilizan en celebraciones festivas, la conquista modificó con sonidos, instrumentos y credos religiosos. La naturaleza canta con el viento, la siringe permite a las aves ser grandes pitos vivientes. Con el carrizo se construyeron imitaciones de silbidos, así también pitos de bambú y barro cocido y con éstos innúmeros instrumentos aborígenes.
Nuestros pueblos, cuando hace un siglo hacían música, ésta fue motivo de reunión, aplauso, disfrute, así en los parques se disfrutaba de las retretas con bandas militares o conformadas por estudiantes de los Salesianos, allí se difundía el arte musical, se componía música popular y marcial, además de introducir música europea, considerando que Europa llegó así, creando moda musical, cultural y vestimentas.
La silenciosa Cuenca, de hace 50 o 60 años, hoy está contaminada de bulla y alteración, sonidos de automotores, industriales, motos SIN SILENCIADOR, ritmos exógenos amplificados en tiendas y mercados, etc. Nos cambiaron los sonidos y hoy hasta se producen alteraciones auditivas por estas agresiones.
OPINIÓN
Eduardo Sánchez Sánchez
Columnista invitado
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