El Verdadero Rostro de la Vergüenza: Los Agresores, No las Víctimas
Por Patricia Hidalgo
El reciente caso de Gisele Pelicot, una mujer francesa que fue violada por más de 70 hombres, cuyo marido la drogaba hasta casi dejarla inconsciente e invitaba a hombres para que abusen de ella ha resonado en todo el mundo, convirtiéndose en un símbolo de la lucha contra la violencia de género. Gisele decidió llevar su juicio de manera pública con la finalidad de exponer a cada uno de sus agresores y así «cambiar la vergüenza de bando». Su decisión de no ocultar su rostro es un acto de valentía que desafía las normas sociales que vinculan la vergüenza con las víctimas de agresiones sexuales. Tras sufrir un ataque, muchas mujeres se sienten presionadas a esconder su dolor y su historia, como si fueran culpables de lo que les ocurrió. Este estigma es devastador y perpetúa el silencio.
Al mostrar su rostro, Gisele envía un mensaje poderoso: la verdadera vergüenza recae sobre los agresores, no sobre quienes han sido agredidos. Este acto de exposición se convierte en un grito de resistencia que invita a replantear la narrativa en torno a la violación y a cuestionar cómo la sociedad percibe a las víctimas. Es fundamental que, como comunidad, cambiemos nuestra forma de ver estos casos, apoyando a quienes han sufrido en lugar de revictimizarlas.
Además, es vital que el sistema de justicia sea más accesible y comprensivo. Debemos educar a la población sobre la inocencia de las víctimas, promoviendo campañas de sensibilización que desafíen la cultura del silencio. Al hacerlo, no solo visibilizamos el sufrimiento de estas mujeres, sino que también construimos un entorno que les permite hablar y sanar.
La valentía de Gisele puede ser un catalizador, inspirando a otras víctimas a compartir sus relatos y ayudando a desmantelar el ciclo de silencio que rodea la violencia sexual. Aceptar y visibilizar estas experiencias construye una red de apoyo fundamental para la sanación.
«El Verdadero Rostro de la Vergüenza: Los Agresores, No las Víctimas» es un llamado urgente a transformar nuestra percepción y a apoyar activamente a las víctimas de violencia sexual. Redefiniendo cómo abordamos estas historias, los rostros de los violadores, una vez condenados, deben ser conocidos por toda la sociedad. De este modo, no solo validamos el sufrimiento de las víctimas, sino que también avanzamos hacia una sociedad más justa, en la que la vergüenza recaiga sobre el agresor, no sobre la víctima.
OPINIÓN
Patricia Hidalgo
Columnista invitada
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