ECUADOR NECESITA UNA CONTRALORIA SOCIAL EN LA POLÍTICA
Por Holguer Mariano Jara
El negocio de las mentiras en nuestro país mantiene su marcha inexorable, al punto que se ha convertido en la actividad más codiciada y a la que una gran mayoría de ecuatorianos busca llegar al precio que sea y así mantener en la obscuridad política, al pueblo.
La estrategia oficial del Estado “pinocho” es evidente : “No son apagones, son mantenimientos. No son sicarios, se matan entre ellos. No hay corrupción, son mal entendidos. No hay inseguridad, hay descuidos. No hay desempleo, hay descanso . No hay dinero, esperamos transferencias”.
Lo cierto es que, el Estado se debate entre la objetividad y la subjetividad en torno a la apuesta al éxito y la presunción de un nuevo fracaso de la estrategia del nuevo país, que propone Daniel Noboa. Mientras en unos impera el deseo expreso de fracaso, en otros, aun cuando se apuesta al éxito, se impone el miedo y el dolor ante un posible desengaño y decepción a una propuesta gubernamental y entre broma y broma, la verdad asoma.
En Ecuador está golpeada la legitimidad y fracturada la credibilidad, estamos conminados a masticar e ingerir hechos, acontecimientos y decisiones unilaterales. Así, transitamos la historia reciente bajo un malsano estado de sospecha permanente. Por todos estos hechos, tenemos una suerte de tornado, consecuencia del ambiente de incertidumbre, duda, desconfianza e inquisición constante, en el que nos hemos habituado a convivir y sobrevivir.
Considero que es el momento oportuno de construir condiciones para formar una Contraloría social, como ciencia y herramienta de control social a través de la política electoral y para terminar con el modo deshonesto de vivir de la clase política.
Hay que eliminar a la casta corrupta, apuntar del beneficio particular o de grupos, a un beneficio colectivo, evitando así la desigualdad en lo social, educativo, laboral, sin permitir la carencia de dignidad, alimentación y salud a la población ecuatoriana.
De esta manera nos podemos preguntar ¿Qué clase de política tenemos?, o ¿Qué clase política necesitamos?; lo que sí, es cierto, es que por décadas la política en Ecuador dejó de ser un factor de unidad, cambio y transformación para nuestro país, para ser un medio de enriquecimiento de unos cuantos, corrupción para otro puñado y pobreza para la mayoría.
Es el tiempo de cambios y de transformación verdadera en la conformación de la clase política en pro de un mejor país y en la construcción de una mejor sociedad. La gente pierde la fe en la política en el momento en que la cotidianidad vuelve al primer plano. El ciudadano no quiere saber nada de la política corrupta. Su apreciación es que, la política ha dejado de ser una actividad comprometida con el mundo de la vida, con la vida diaria y todos sus problemas.
Se ha convertido en una actividad especializada de “expertos”, “técnicos” o de “elites”, alejada de los ciudadanos que no se sienten identificados, ni con los políticos que los representan, ni con las instituciones públicas que prestan servicios sociales.
Esto deja un amplio margen al Estado u otras instituciones de poder, para que impongan unidireccionalmente sus puntos de vista. El corolario de esta situación es la confrontación irracional entre el Estado y la sociedad.
Basta, a esta casta de gobernantes sin sensibilidad social y sin preparación para ejercer la política. Luchemos para salir de estos malditos “tiempos de oscuridad” en la vida política ecuatoriana. Construyamos una política de pensamiento y acción, con la posibilidad real de dar luz y claridad ante los graves problemas sociales y nos podamos conducir hacia mejores formas de gobierno y mejores tipos de sociedad.
OPINIÓN
Holguer Mariano Jara
Especial para Ecuador News
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