Ecuatoriana Blanca Quiñónez se comprometió con baloncesto femenino de la U. de Connecticut
Maggie Vanoni
A Blanca Quiñónez no le importaba que aún no hubiera visitado Connecticut ni pisado el “campus de Storrs” de la famosa Universidad.
Había algo en el entrenador Geno Auriemma y su equipo, que la hizo sentir instantáneamente como en casa, a pesar de que estaba a tres mil millas de distancia sentada frente a una computadora en Zoom hablando con el equipo de entrenadores de baloncesto femenino de la Univeridad de Connecticut (UConn).
«Elegí este lugar porque sentí desde el primer segundo que pertenecía a esta increíble familia», escribió Quiñónez al medio “CT Insider” en un correo electrónico. «El entrenador Geno me hizo sentir confiada y segura durante nuestra primera charla, lo cual fue muy importante ya que viviré y trabajaré con estas personas».
Quiñónez se comprometió con los Huskies, el equipo del claustro. en octubre. La nativa de Ecuador se convertirá en la primera jugadora del programa de Sudamérica cuando se una al equipo el próximo año como estudiante de primer año. Actualmente, la delantera de 1,85 metros juega en en Italia para el Campobasso mientras completa su educación secundaria.
Quiñónez está emocionada de unirse a “los Huskies”. Ella sabe que venir a UConn y jugar con Auriemma y su personal no solo la ayudará a lograr sus sueños de jugar en la poderosa WNBA (Women’s National Basketball Association), sino que también ayudará a crear un camino para futuras chicas sudamericanas que aman el baloncesto tanto como ella.
Quiñónez, que habla español, inglés, italiano y el dialecto dela zona de Molise en Italia, intercambió preguntas y respuestas por correo electrónico con “CT Insider”. Si bien habla inglés, por ahora, dijo que se siente más cómoda escribiendo en el idioma que hablando.
“Para mí es un orgullo y algo emocionante al mismo tiempo poder ser la primera jugadora sudamericana en la historia del programa de UConn”, escribió. “Espero que con esta oportunidad pueda ser una fuente de inspiración para muchos deportistas sudamericanos y que ellos puedan tener más posibilidades de ser parte de este u otros programas universitarios de primer nivel”.
Quiñónez comenzó a jugar al baloncesto en un campamento de verano cuando tenía 5 años. Su madre la inscribía junto a sus hermanos en el campamento durante todo el invierno como una forma de mantenerlos a todos ocupados.
“Con los tres, mi gemelo, mi hermano mayor y yo, siempre que estábamos juntos, ¡éramos un caos total!”, escribió Quiñónez.
“Jugué al fútbol porque mi gemelo jugaba y quería pasar más tiempo con él”, escribió Quiñónez. “Pero al final, me di cuenta de que la coordinación del balón con mis pies no era lo mío. Hice natación (que dejé a los cuatro días porque me daba pánico el agua y me salía muy rápido), kárate, boxeo, baile e incluso modelaje porque mi madre estaba obsesionada con la idea de que tenía que ser la reina de belleza de la ciudad. Así que, para hacerla feliz, me inscribí en todos estos cursos”.
Sin embargo, al final, el baloncesto fue el que se quedó. Señala que es una disciplina que no tiene el mismo nivel de popularidad en Ecuador que en Estados Unidos. El fútbol es el deporte más popular del país, lo que hace que la mayoría de las jugadoras de baloncesto se vayan al extranjero para jugar de manera competitiva.
Después de jugar para la selección nacional de Ecuador en varios niveles, incluido jugar para la selección absoluta en el Campeonato Sudamericano Femenino de 2022, Campobasso se acercó a Quiñónez y su familia para ver si estaba interesada en jugar en Italia. El programa ofrecía a Quiñónez, que era una joven adolescente en ese momento, y a su madre ir a Italia a visitar sus instalaciones en una prueba. Su madre dudó al principio de enviar a su hija tan lejos de casa, pero la joven sabía que si quería dedicarse al baloncesto al más alto nivel, este era el siguiente paso.
“Recuerdo cuando llegó la noticia por primera vez, yo tenía 13 años, y mi madre estaba indecisa, decía que sí y que no, pensaba que era demasiado joven y todo eso”, escribió Quiñónez. “No estaba del todo decidida a enviarme a Italia. Por otro lado, yo estaba súper feliz porque quería ir. Estaba convencida de que no quería quedarme en Ecuador porque veía que era común que muchos deportistas en mi país llegaran a cierta edad en la que tenían que elegir entre dejar de jugar (y) empezar a estudiar o trabajar, y eso es algo que yo no quería y todavía no quiero. Una vez que comencé a jugar al baloncesto, supe que quería convertirme en la mejor versión de mí misma”.
Finalmente viajó y regresa a su casa en Ecuador durante el verano; entiende que para poder concentrarse y lograr sus sueños, tiene que atravesar este período sin su familia cerca.
“Estoy muy apegada a mi familia, son un pilar fundamental para mí, pero creo que cuando das un salto como este, te concentras en la persona en la que puedes convertirte en el futuro”, escribió. “Y creo que eso es algo que me ayudó a mantenerme firme con esta decisión y no querer dar marcha atrás”.
Quiñónez sueña con jugar en la WNBA. Está orgullosa de lo mucho que ha crecido su juego al jugar en el extranjero y desarrollar una amplia gama de habilidades. Cuando se le pregunta de qué aspectos de su juego está más orgullosa, dice que su capacidad constante para atacar el aro, su defensa agresiva, su capacidad atlética y su visión de la cancha.
Quiñónez admite que no empezó a ver a “los Huskies” hasta hace unos años. Originalmente, estaba decidida a continuar su carrera en el extranjero en lugar de jugar en la NCAA National Collegiate Athletic Association). Sin embargo, después de ver el auge de la popularidad del baloncesto femenino universitario en las últimas dos temporadas, cambió de opinión.
“Además, me gustaría experimentar, aprender y agregar a mi estilo de juego (con) una influencia estadounidense además de la europea, junto con mi alma ecuatoriana; ser algo mixto, una combinación de lo mejor de cada ‘mundo’, ¿sabes?”
En julio pasado Quiñónez voló a Phoenix para participar en el Campamento de Baloncesto “Sin Fronteras” de la NBA durante el fin de semana del “Juego de las Estrellas” de la WNBA. Allí, conoció a Auriemma y su personal.
“Pude hablar con el entrenador y puedo decir que fue amor a primera vista”, escribió Quinonez, diciendo que inmediatamente se sintió conectada con Auriemma, quien nació en Montella, Italia.
El 2 de octubre, hizo oficial su decisión, convirtiéndose en el tercer refuerzo de “los Huskies” en la Clase de 2025, uniéndose a Kelis Fisher y Gandy Malou-Mamel.
Fuera del baloncesto, Quinonez dice que le gusta ver películas y televisión, escuchar música y bailar, y dibujar. Si bien aún no tiene planes oficiales para visitar el campus, espera hacer un viaje a “Storrs” antes de que comiencen los entrenamientos de verano la próxima primavera.
«Estoy muy emocionada y agradecida por la oportunidad de pertenecer a esta gran familia», escribió. «¡No puedo esperar para comenzar y compartir esta nueva aventura con todos ustedes y conocer a todos!»