REINA LA PAZ EN LA ROOSEVELT
Atrás quedaron los alborotos, el atropello, la pelea por los aparentemente dueños de los puestos, el humo de la carne asada al descubierto, la calle angosta para los transeúntes, la cantidad de pitidos hecho por los vehículos, quienes por las ventas callejeras no podían avanzar; es que las mismas se dieron hasta en la vía pública. Las grandes tiendas sacaban su mercadería con el propósito de no permitir le invadan su entrada. Claro, también los que venden frutas y otros se aprovecharon extendiéndose más de media vía peatonal. Mucho se comentaba de la gran avenida Roosevelt, cual se encontraba prácticamente invadida por propios y extraños.
Fue muy notorio la magnitud del inconveniente, que no solamente estaban los recientes vendedores en la calle, sino que a su entorno se incrementó los sitios de prostitución llamado comúnmente (chica – chica o massaje – massaje): de ahí podíamos observar también el aumento de delincuentes de diferentes nacionalidades, los robos a los turistas, a los trabajadores honestos, robos de bicicletas, motos. Y qué decir de la venta de psicotrópicos, estupefacientes por doquier (apestaba la marihuana), esto combinado con el alcohol, fue realmente muy desagradable por lo que pasó nuestra casa, en cierto modo y porque vivimos cerca de acá. Sin mencionar los que hicieron su agosto con la venta de documentos falsos, cuales se agazapan diciendo entre dientes (socia, socia, socia).
Tampoco podemos olvidar, este tipo de atropello a la urbe existía en mínima escala, casi desapercibida. El incremento se dio cuando apareció el famoso Covid 19. Quienes pasamos factura en el hospital y casi perecimos por el mal, sabemos lo terrible que fue. Conforme se acentuaba no había trabajo por ningún lado: la mayoría de los negocios, fábricas, almacenes, restaurantes cerraron sus puertas y la única forma de ganarse un medio para la familia, fue vender alguna mercancía en la calle.
Es obvio, también las medidas tomadas por las autoridades, dio un impacto social positivo y algo controversial a su vez: por cuanto, por un lado la capital renace al mejorar la pintoresca imagen de una ciudad con progreso continuo, muy bien por la iniciativa política gubernamental. Pero por otro lado, están los más vulnerables como los pequeños vendedores informales, quienes se ganan la vida honradamente desde una pequeña mesita vendiendo sus productos frescos a costos muy accesibles. No me refiero a los lobos disfrazados de ovejas (grandes comerciantes). Razón da, que debe existir un consenso bilateral con estos grupos reducidos, se les otorgue un sitial justo, organizado, con un techo para sí y sus mercancías. Ya que no podemos negar de ninguna manera el repunte económico del comercio informal.
Claro está, nunca podremos estar de acuerdo con la inseguridad, actividades ilícitas, adicciones, cuales afectan directamente en la calidad de vida de la comunidad, estos requieren la atención inmediata de autoridades en combinación con la ciudadanía, empresarios, líderes locales y más que todo, educación continua.
Por: Dr. Manuel Díaz Córdova