LOS BOLSILLOS CADA VEZ MÁS SENSIBLES Y POBRES
Por: Holguer Mariano Jara
Aunque está bajando y se espera que bajen aún más, los cortes de luz, es todavía altísimo el problema que ocasiona a los ecuatorianos de todos los niveles, el provisionamiento de energía eléctrica y no parece que el problema se vaya a solucionar en poco tiempo.
La percepción del fenómeno es muy sesgada, porque cuando aumentan las tarifas de algunos servicios públicos (la energía eléctrica, el transporte público) y aunque el aumento sea mínimo, inmediatamente los medios de comunicación hablan de “golpe al bolsillo”.
Pero cuando aumentan otros bienes de consumo, por ejemplo: los alimentos, medicinas, cuyo consumo las personas no pueden eludir, como no pueden eludir la factura del agua o de la luz, nadie dice nada.
Cuando el precio del pan, papas, aceite, azúcar, carne, frutas, hortalizas se disparan, nadie lo anuncia con grandes titulares y aunque causen el mismo daño a las finanzas personales y familiares, nadie sale a decir que estos aumentos son “golpes al bolsillo”. Al final es un golpe al bolsillo constante y rítmico, pero pocos se preocupan por dar un titular escandaloso a esta noticia.
Esta forma tan particular que tenemos de entender los diabólicos efectos de la “inflación”, hace que generalmente pensemos, que es el gobierno el que perpetra los más graves atropellos contra el bolsillo humano.
Por supuesto que a nadie le sienta bien que aumente el precio de ciertos servicios esenciales, sobre todo cuando la calidad de estos retrocede sin remedio y en los casos de servicios gestionados directamente por el Estado, hay ineficiencia, atraso y corrupción.
Pero de lo que hay que quejarse en realidad es de el silencioso aumento de los precios de la canasta familiar. Si debemos quejarnos, mejor hacerlo respecto de todos y no solamente de aquellos precios que de alguna manera controla o fija el gobierno. Quejarse de los síntomas y celebrar la enfermedad, o ignorarla, no es bueno en ningún caso.
Hace pocos días se anunció la reducción del precio de los carburantes, pero nadie ha salido a hablar de una “caricia” o un “alivio” al bolsillo, como tampoco se habla en estos términos cuando los sueldos aumentan, porque muchas veces también lo hacen en silencio, excepto los aumentos que concede el gobierno a sus empleados, que son absurdos, discriminatorios e insolidarios, pero que son presentados como una “conquista social”; jamás como un factor coadyuvante a la carestía de la vida.
Muchas veces la gente se pone contenta cuando en un contexto de “subida de precios” les aumentan el sueldo. La mayoría no piensa en que tal aumento es también producto de la misma carestía o inflación que reduce sus rentas y a veces, su causa. Es decir que su sueldo no aumenta por una mayor productividad, por un mayor beneficio de sus empresas o por la mayor valía del trabajador: aumenta porque aumentan los precios. ¿Es para festejar o para sentirse orgulloso?
Probablemente si los salarios moderaran su crecimiento; si este no fuese casi automático como sucede en el ámbito de la Administración del Estado , los «golpes al bolsillo» no serían tan dramáticos.
Uno de los problemas de nuestra economía más de andar por casa es que queremos que todo -excepto, claro está, nuestro trabajo sea barato y a poder ser, gratis.
Por tanto, hay «golpes al bolsillo» que se dirigen al bolsillo delantero de las personas y otros que, claramente, se dirigen al trasero.