Selva del Darién, camino de vuelta de cientos de los deportados
Las autoridades panameñas han trasladado en las últimas horas a un centenar de los 300 deportados asiáticos que estaban encerrados desde hace una semana en el hotel Decápolis, en Ciudad de Panamá, hasta la selva del Darién, en viaje de vuelta a un futuro desconocido. En su mayoría son solicitantes de asilo de China, Irán, Afganistán, Pakistán, India y Uzbekistán que fueron a parar a Panamá como parte de los acuerdos entre Washington y el país centroamericano, convertido en puente en el proceso de deportaciones masivas iniciado por Donald Trump.
Lo más paradójico es que el nuevo refugio elegido para el traslado de los asiáticos está situado a la entrada del Darién, la peligrosa selva que durante años han atravesado cientos de miles de migrantes en su camino hacia el sueño americano. Montañas de barro, ríos peligrosos, animales salvajes y bandas se conjuraron durante todo ese tiempo contra ellos.
Gracias a un reportaje de The New York Times se conocieron las vicisitudes de estos migrantes asiáticos, retenidos contra su voluntad, sin teléfono y sin acceso a abogados u organizaciones de derechos humanos. Las imágenes de decenas de personas asomadas a las ventanas del hotel han dado la vuelta al mundo, incluso pidiendo ayuda con dos palabras («Help us!») pintadas con lápiz de labios. O mostrando sus pasaportes. Dos migrantes intentaron suicidarse y otro se partió la pierna en su huida.
«Preferiría tirarme del avión antes que regresar a China», relató uno al diario neoyorquino. Casi todos llegaron esposados y encadenados en aviones estadounidenses.
La denuncia de NYT provocó que las autoridades panameñas reubicaran a una parte. «Panamá en ningún momento les va a ofrecer asilo político», aseguró el ministro de Seguridad, Frank Abrego, en rueda de prensa. Las autoridades buscan que los migrantes acepten el traslado voluntario a sus países de origen o a un tercer país que les acoja, ante el temor de la mayoría de volver a sus hogares.
El Gobierno panameño justificó la retención en el hotel Decápolis, convertido en símbolo de la nueva situación que se vive en América tras la irrupción del huracán Trump, para verificar sus identidades y para señalar a los presuntos delincuentes. En la narrativa de Washington, la mayoría de los expulsados pertenecen al temido Tren de Aragua, mafia transnacional nacida en la cárcel venezolana de Tocorón bajo el paraguas de la revolución bolivariana. «Es falso que eso viole leyes o acuerdos, la cooperación entre los países es materia de reciprocidad», reaccionó José Raúl Mulino, presidente panameño, cuyo canciller recibirá en las próximas horas la visita del comandante del Comando Sur de Estados Unidos, Alvin Holsey.
Desde su primer discurso como presidente, Trump embistió contra Panamá por su presunta cercanía con China y amenazó con intervenir el Canal.
El mandatario aseguró que los procesos de deportación no le están costando un dólar a su país, ya que «es la Organización Internacional de Migraciones (OIM) la que está llevando adelante este proyecto y costeando el 100% de los costos».