Gaza y la Esperanza de la Paz
Dylan J Pereira
Washington DC, Sharm el-Sheij, Doha, Estambul y El Cairo han sido epicentros de la diplomacia y la negociación en las últimas semanas, una prioridad común, un cese al fuego en Gaza y mediar entre Israel y Hamas en aras de alcanzar la ansiada e imperiosa paz en toda la región y el mundo.
El presidente de EE. UU. Trump recibía el 29 de septiembre en la Casa Blanca al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu presentando el Plan de Paz de Gaza, estructurado en 20 puntos, cuyos dos primeros elementos rezan: “1. Gaza será una zona libre de terror desradicalizada que no representa una amenaza para sus vecinos. 2. Gaza será reconstruida en beneficio del pueblo de Gaza, que ha sufrido más que suficiente.” A priori capta dos elementos centrales de un acuerdo de paz con posibilidades reales de éxito: contemplar las garantías de seguridad para Israel y por otro lado aliviar el sufrimiento del pueblo de Gaza.
El Acuerdo contó con el respaldo cuasi inmediato de gran parte de la comunidad internacional, y particularmente importante subrayar el apoyo y mediación de socios regionales claves como Qatar, Egipto y Turquía, y Arabia Saudita, factor catalizador de los desenvolvimientos posteriores. Tras la respuesta de Hamas -que expresaba inicialmente un acuerdo parcial con la propuesta- el miércoles llegaron a Egipto – en Sharm El Sheikh- los enviados especiales de EE. UU. Witkoff y Kushner, junto con el primer ministro de Qatar, Mohammed Abdulrahman Al Thani en aras de acelerar y operacionalizar el Acuerdo. Desde allí los negociadores estadounidenses viajaron a Jerusalén para coordinar las complejas fases iniciales de implementación con las autoridades israelíes.
Otro de los puntos cruciales -partiendo de un cese al fuego que viabilice el futuro del Acuerdo- es la entrega de los rehenes que siguen en cautiverio en Gaza -48 rehenes israelíes restantes vivos o muertos- y el retiro paulatino de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en las líneas definidas y pactadas con apoyo de los negociadores. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se retirarán de sus posiciones actuales, manteniéndose en el 53% del territorio de Gaza, según el portavoz del gobierno; también se espera que el intercambio incluya la liberación de unos 1950 prisioneros palestinos.
El anuncio oficial, tanto por parte de la Oficina del Gabinete del primer ministro de Israel como por parte del jefe del equipo negociador de Hamás en Egipto, Khalil al Hayya, que el cese al fuego entraría en vigor y la guerra habría terminado -con garantías de EE. UU., y Qatar y Egipto, sucede poco más de dos años después de las atrocidades del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamás contra Israel, en el que murieron más de 1.200 personas y otras 251 fueron tomadas como rehenes, en el que ha sido el mayor ataque terrorista en la historia del país. Horas después Israel iniciaba una operación militar en respuesta al ataque terrorista, que gozó de gran apoyo de la comunidad internacional, que además se enfrentaría a 7 nuevos frentes en total, como el caso de Yemen y los Hutíes, pero que recientemente ha sido ampliamente cuestionada dada la extensión y magnitud de las operaciones militares, las dudas sobre el seguimiento de los principios y mandatos de los Convenios de Ginebra y del Derecho Internacional Humanitario, y la deteriorada situación humanitaria en la Franja de Gaza.
Precisamente tuvimos la oportunidad de estar presentes en Israel a principios de este año con varios colegas de América Latina, visitar varios Kibutz que fueron atacados durante los horrores del 7 de octubre, conversar con sobrevivientes, familiares de las víctimas, secuestrados que fueron liberados, así como estar en la frontera con Gaza, a escasos metros de los combates, bajo el aturdidor y desesperante ruido de las bombas y operaciones militares en curso, así como cruzar los territorios palestinos en Cisjordania y escuchar también de la voz de habitantes de ciudades como Belén los horrores de la guerra.
Una gran mayoría -de ambos lados de la frontera- coincidía en la tragedia que significa la guerra, el costo infinito humano, y el fracaso que significa para todos como humanidad. Recuerdo que mi petición permanente, en lo político y espiritual, era el cese al fuego, el retorno de todos los rehenes, el ingreso de ayuda humanitaria a la Franja, y la posibilidad de una paz duradera para Tierra Santa.
Por delante quedan puntos críticos como: monitorear el alto el fuego, la logística y la coordinación de las operaciones humanitarias coordinadas por Naciones Unidas, la Media Luna Roja y el CICR, y el futuro de la gobernanza de la Franja; el desarme de Hamas -que era sin lugar a dudas una condición sine qua non- parece inminente y se llevará a cabo con el apoyo de Egipto, también afirma que Gaza sería gobernada por un comité transitorio temporal de tecnócratas palestinos, supervisado por una «Junta de Paz» dirigida y presidida por el presidenta Donald Trump y en la que participarían figuras públicas como el ex primer ministro británico Tony Blair. Si bien son puntos de alta tensión, todos debemos abogar por la paz.
El secretario general de Naciones Unidas afirmaba en Nueva York «Este avance nos demuestra el poder y el potencial de la diplomacia, y sirve de recordatorio que las soluciones a los conflictos no se encuentran en el campo de batalla, sino que deben forjarse en la mesa de negociación e implementarse por completo» Este recordatorio es preponderante en un momento cuando el mundo se debate entre cooperación o confrontación, entre la paz y la guerra. Más de 54 conflictos armados siguen activos y el riesgo sistémico es evidente.
En Gaza, Ucrania, Sudán, y muchos otros ejemplos la humanidad ha fallado; la justicia nacional e internacional tiene pues grandes tareas pendientes en estos casos, y la emergencia por construir sistemas multilaterales efectivos capaces de evitar el sufrimiento humano, el respeto pleno de los derechos humanos, de la unidad humana -especialmente de los más vulnerables-y el derecho internacional es una obligación política, social, legal y moral inaplazable.