¡LLORO POR TI OTAVALO!
ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
La hermosa ciudad enclavada en la serranía ecuatoriana, vibrante de actividades comerciales y culturales, caracterizada por la famosa Plaza de los Ponchos, reconocida mundialmente por la calidad de los productos que allí se exhibían y comercializaban, el bullicio y el alboroto de una ciudad vibrante, se han apagado totalmente.
Esas escenas de gente trabajando con entusiasmo, probándose a sí misma sus capacidades, con afirmaciones permanentes de amor por su terruño, por el uso de vestimentas ancestrales, así como por el expendio de comidas de la región, todo eso ha sido sustituido por calles a las que les faltan pedazos, por tiendas cerradas, por basura por todas partes, por pedazos de piedras regados, por materiales de construcción amontonados a manera de barricadas.
Las calles se sumergen en soledades, a no ser por encapuchados amenazantes que obligan a cerrar a los pocos negocios que se atreven a hacerlo, sobre todo tiendas de expendio de productos de primera necesidad, alguna que otra motocicleta que transporta a vigilantes improvisados que se ocupan de que se cumplan las órdenes emanadas por una dirigencia indígena que se ha enseñoreado de la zona y que se impone a fuerza de amenazas, de bloqueos, de acciones devastadoras.
La bella Otavalo parece el escenario de una guerra, con enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los insurrectos que parecen seguir consignas de destrucción y de miedo, que se confunden con prácticas terroristas que no dejan espacio para la convivencia armónica entre pueblos que han convivido por siglos.
Los alrededores de la ciudad semejan territorios minados, las actividades productivas se han paralizado con grave deterioro para la economía de los propios habitantes de la región, muchos de quienes claman por el restablecimiento del orden y de las actividades diarias, pero que se enfrentan a los oídos sordos de una dirigencia que ha perdido su visión.
Otavalo se debate en una debacle económica y social, nadie puede salir ganando de un enfrentamiento de esta naturaleza. Causan dolor las imágenes de desamparo, de soledad, de destrucción, se impone la reflexión, la mesura, el imperio del sentido común.
Lloro por ti Otavalo, por tus otrora calles bullentes de actividades, por la alegría perdida y las esperanzas frustradas.



