La deuda y la dominación
La deuda ha sido y es uno de los mecanismos más efectivos para ejercer dominación sobre una sociedad o un individuo.
En nuestro país, como en muchos otros países latinoamericanos, los grupos dominantes del siglo XIX promovieron la deuda para someter la mano de obra y convertirla en servidumbre no asalariada, dedicada a incrementar la producción exportable.
El endeudado no tenía más opción que convertirse en sirviente, puesto que el impago se castigaba con la prisión.
Más tarde se eliminó la prisión por deudas, pero se crearon mecanismos mediante los cuales el deudor perdía derechos económicos, al ser colocado en una lista pública llamada “Central de riesgo”, a fin de que no se le otorgara oportunidad de trabajo o nuevos préstamos. La deuda como mecanismos de dominación también ha sido un perverso mecanismo del imperialismo para someter a nuestros países.
Desde las guerras de las Independencias, hasta la actualidad, la deuda ha limitado a los proyectos liberadores de Latinoamérica.
Casi todos los proyectos de corte popular libertario han buscado terminar con la deuda externa, pero en la mayoría de los casos, han sido atrapados por prestamistas emergentes.
El Fondo Monetario Internacional es un organismo creado para canalizar créditos a los países con supuesto déficit, aunque el relato oficial los muestra como una institución multilateral de apoyo. La relación de nuestro país con el FMI, ha sido traumática, porque a cambio de los créditos, la entidad se apropia del poder soberano para diseñar la política económica e impone un programa de ajuste estructural, destinado a limitar la inversión del Estado a favor de los derechos sociales, generando graves crisis. La historia de la deuda ecuatoriana y la de otros países revela, por otra parte, que ha sido usada por especuladores, quienes la recompran para obtener inmorales ganancias.
Dicho de otro modo, la deuda externa es un negocio de pocos, quienes buscan transferir el capital de los países más débiles, a los centros de poder mundial. Hathaway y Boff señalan que “por cada dólar que da el Norte en ayuda, recibe tres dólares en concepto de servicio de la deuda”.
Agregan que se puede ver a los programas de ajuste estructural de los organismos financieros internacionales, como “una especie moderna de prisión por deudas, que mantiene cautivos a pueblos y ecosistemas enteros”.
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