Luto universal
Lo ocurrido en Nueva Zelanda no tiene forma de ser nombrado. Es lo más bajo de la miseria humana. Jacinda Ardern, primera ministra, decidió no volver a pronunciar su nombre y apellido:
“Él buscaba varias cosas con este acto de terror, pero una de ellas era notoriedad, por eso ustedes nunca me escucharán decir su nombre”. Muy bien. Pero eso no lo hará desaparecer.
Ni a él. Ni a sus actos. Ni a la amenaza que él representa: las condiciones que permitieron que él, como fenómeno, tomara forma.
Entre estos elementos: (i) las redes sociales; si quería notoriedad, la transmisión en vivo se la dio. El mundo fue su observador; (ii) la amenaza real, tangible, de los movimientos racistas radicales en Occidente, y (iii) la facilidad con que obtuvo sus armas. Empecemos por el último. Ha quedado claro que Nueva Zelanda no es un barco sin capitán.
¡Qué tan importantes son los liderazgos, especialmente en estos momentos! Hizo más que decidir qué suprimiría de sus discursos. Cuando fue a ver a las familias de las víctimas lo hizo con un hiyab, un velo en la cabeza, como señal de respeto, de bienvenida. Algunos dirán: ‘marketing’.
Puede ser. Pero en estas condiciones, ¿qué tan importante es? Cuando han asesinado a 50 de los tuyos, ¿qué ocurre con el resto? ¿Acudirán a las mezquitas aún? ¿Tratarán de moverse de los “barrios musulmanes” para sentirse menos “ubicados”? ¿Lo guardarán, o caminarán con su velo? ¡Qué importante es la promesa de que el Estado no te culpa!
Y especialmente cuando el Estado Islámico y Al Qaeda, a partir del ataque, piden a sus hermanos musulmanes, lejos de su hogar, vengar las muertes y huir de países que no los quieren (claro, para engrosar sus filas). Tampoco se quedó en el gesto.
Nueva Zelanda ya prohibió la venta de armas militares y semiautomáticas. Así de rápido. Así de decisivos. Siguieron el ejemplo de Australia tras el “mass shooting” de 1996. Esperemos que imiten también los resultados (tiroteos masivos desde la política: 0). A ver si EE. UU. aprende.
Esto no soluciona lo primordial: la proliferación de grupos neofascistas, alimentados por la islamofobia. Pero al menos, no les dejaron el camino fácil.
Luto universal
Por Irene Vélez Froment
Columnista Invitada
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