Los dos papas
Los dos papas
Dos dibujos, de dos papas, que son bandera de dos supuestos paradigmas sobre el papel de la Iglesia en el mundo.
Poco a poco ese contraste –tal vez necesario en una película de dos horas– se va atenuando hasta que cada uno se reconcilia con su propio pasado mientras comen pizza en la Capilla Sixtina.
La trama es sencilla: sigue una serie de conversaciones ficticias entre Benedicto XVI y Jorge Bergoglio –antes de ser Papa– durante las cuales vemos flashbacks que muestran momentos de las vidas de ambos. Las quejas contra Meirelles –director– y contra McCarten –guionista– no se hicieron esperar: son los riesgos de tocar la historia.
Un obispo español los acusaba de manipulación que odia al catolicismo. Una crítica de cine mexicana les reprochaba la tibieza al tratar los escándalos de abusos sexuales.
Un periodista argentino hacía lo mismo con el papel de Bergoglio durante la dictadura en su país. Un vaticanista escribía que la película es simplemente un homenaje al supuesto hereje que vive en San Pedro. Y, finalmente, un amigo de Ecuador –poco sospechoso de ser papista– manifestaba en redes su desconcierto al empatizar con los dos papas al final de la película.
En estos casos de perplejidad suelo invocar ese cuento de Borges en el que los cartógrafos del imperio, para dar gusto a todos los rigurosos anteojos, deciden fabricar mapas inútiles, del tamaño del mismo territorio que quieren representar. Y lo dice un ratzingeriano –me ha salvado la vida tantas veces– consciente de que la película no es justa con su figura.
Es cierto que hay un gran trabajo por hacer en la formación del espectador. Pero la solución no está en partir pensando que este será incapaz de distinguir entre pantalla y mundo, o que será incapaz de convivir en una realidad con tantas visiones de ella como personas la habitan.
Los dos papas
Por Andrés Cárdenas Matute
Ecuador News
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