MISTERIOSA MUERTE EN EL LAGO GUAYABAL
En memoria de Anabel Rosaura Santana (1940-1965)
Era cerca de las doce de la noche cuando ocurrió el terrible accidente que debió prevenirse. Los buzos, muchachos expertos nadadores del Río Jacaguas, del barrio, y todo el vecindario de Romero, hasta los de Corrillo, se tiraron al agua en busca de los cuerpos que nunca aparecieron.
Hicieron todo intento de rescatar a los cuatro niños y a la madre y al padre y al perro. Hoy entrada oscuras horas de la noche todavía hay gente que cree escuchar los llantos y los gritos agónicos de los niños que allí se ahogaron en aquella horrible noche de 1962.
Son pocos los que lo recuerdan. Pero son más los que nunca lo olvidan.
Existe un misterio inexplicable del Lago Guayabal. Una señal oculta. Los que vivían alrededor de los sectores que tocaban las aguas del embalse, en aquel tiempo, conocían adónde se encontraba aquella cristalina nube negra que se tragaba a la gente, y salía de ella como una calavera mellada, y que por muchas razones más hacían lo posible no acercarse si quiera a las orillas.
Pero los que desconocían la área nunca sabían y nadaban hasta el tramo más profundo del enorme charco y desaparecían por un enorme remolino sin nunca regresar. Fue en ese tiempo que desaparecieron incontables personas. Nadie los encontró nunca. A dónde se fueron no se sabe.
Hubo miles de gente que vio diferentes sombras esqueletales, otras adivinaban lo que era y se imaginaban espectros de distintas formas incognoscibles. Todos estos incidentes eran inexplicables y poseyó la mente de esos barrios de tal forma que sentían las olas chocar contra el yerbazo de las orillas como tsunami, y presentían desbordarse correntones de agua chocolatada por encima de las compuertas como si siempre los ríos estuviesen crecidos. Furiosos. Bestiales.
Hubo quienes contaron en noches de fogata que veían fantasmas con capas negras correr por encima del agua. ¡Otros oían silbidos, voces agónicas en riñas y griterías de gentío que no se veía! Hasta vieron yolas con gente que se hundieron ni yola ni gente apareció jamás.
En estos días solamente se oyen gritos de gente que no está. Creen que es una maldición de una misteriosa muerte en el Guayabal. Incontables ocasiones desapareció gente de la isla, que según cuentan, salieron de visita para ver el Lago Guayabal en Villalba.
Otros días de noche de años diferentes desaparecieron sin nunca encontrarse dos hermanitos que fueron en busca de un cachorro que se les atajó en unos matorrales en la colindancia de una verja entre la orilla y el agua. Creían escuchar los aúllos desde el mismo centro del lago. El perro mugía, pero nada se veía. Ladraba en un silencio quejar. Se lanzaron. Ningunos apareció ni tampoco el perro que aúlla todavía en noches de alma en tormento.
Confiesan testigos que aunque sabían nadar y conocían del misterio, se lanzaron al agua movediza en busca de la cachorrito, retando a la calavera de cabeza blanca y cuerpo oscuro que flotaba como un paño de ceda sombrío por encima del espejo de los rayos de la luna. Muchos testimonios se colaboraron que habían descrito en distintas ocasiones innumerables
relatos misteriosos.
Las dos inocentes almas nunca se encontraron. Por eso a veces en tiempos de tormentas se escuchan los llantos del viento azotar sobre las hojas de los árboles y resuenan en el cinc de las casas tristes melodías de gotas de aguaceros y la gente se duerme cuando comienzan las serenatas de las melancólicas canciones.
Sin embargo, la historia más nostálgica y espeluznante recordada es la desaparición increíble de Anabel Rosaura Santana una de las mujeres más bellas del pueblo de Villalba. Cursó sus estudios en la Escuela Elemental de Romero, pasó por los portones de la Intermedia y desfiló jovial y orgullosa con su toga negra graduándose con Altos Honores de la Escuela Superior de Villalba en 1958.
Recibió una beca por altas calificaciones y terminó sus Estudios de Bachiller de Enfermería en la Universidad Católica de Ponce. Socorrió, como voluntaria, en el hospital del pueblo y muchos todavía la recuerdan por su pasión y generosidad. Su noble sonrisa coqueteaba a todos al pasar por la plaza.
Era una excelente bañista. Aprendió el don de natación en el Río Jacaguas. Pero nunca alimentó un amor solemne ni siquiera platónico. Fue ilusión satírica para aquellos que ensoñaron la mujer ideal. Desilusionó muchos. Burlaba la noche bañándose desnuda y sola en los días de luna plena en el lago. Hubo quienes le vieron los senos flotar sobre el agua.
Algo de un misterio maravilloso tenía ella. Envidia de muchas mujeres. Fue la primera en ganar un concurso de belleza en el pueblo cuando apenas contaba quince años de edad. Creen que pudo ser la primera Miss Universo. Sospechan los que desconocen el paradero de la beldad doncella que se fue del pueblo. Otros dicen que el lago apasionado por su cuerpo se la tragó.
Alguien escuchó en un “negocio” una confesión…
Pasado el tiempo nadie la recuerda. Alega la gente considerable de prestigio, entre ellos investigadores, y unas versiones no oculares, que uno de sus desilusionados caprichos, o sea un novio celoso, la encadenó sumergiéndola hasta el fondo tragándosela el bache. Pero nunca se le conocieron pretendientes. Quizá ella no quería que nadie lo supiera. El mismo misterio de la desaparición es más misterioso de lo inimaginable.
Hasta este momento, hacen ya tantas décadas, sólo se divaga en especulaciones la desaparición de Anabel Rosaura. Nunca la han encontrado. En noches pasadas se escuchó un grito agónico en medio del Lago Guayabal. Y gente del Barrio Romero desesperados fueron a ver. Pero nada vieron. Solamente una neblina que se dispersaba taciturna y pausada.
Piensan que aún la alma acongojada de Anabel se pasea murmurando en silencio por encima de las aguas del lago. Nada nunca se sabe si es que el espíritu regresa a vengarse.
ANÁLISIS
Por Juan “Bertin” Negrón Ocasio
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