¡Bernie, por favor, salvanos de Trump!
¡Bernie, por favor, salvanos de Trump!
El Dr. Zbigniew Brzezinski sostenía que actualmente EEUU se semejaba a la URSS de los ochenta por las siguientes razones: la bancarrota financiera provocada por sus aventuras militares; la imposibilidad de reformar su sistema político; la caída de su nivel de vida; la llegada al poder de una clase adinerada, que sólo piensa en enriquecerse; el intento de disimular sus problemas internos, buscando enemigos externos, y una política internacional, que los aísla del mundo.
Bajo este diagnóstico se dieron las elecciones presidenciales del 2016. El único candidato que planteó soluciones para esos problemas fue Bernie Sanders, quien sostuvo que en el capitalismo “los muy, muy ricos disfrutan de un lujo inimaginable mientras miles de millones de personas sufren de una pobreza abyecta, de desempleo y de inadecuados servicios de educación, vivienda, salud y agua potable”. Pero un país con más conflictos sociales que los descritos por Brzezinski y un sistema político que no los encara, no podía entonces, igual que ahora, permitir a Sanders llegar a la presidencia. La trinca del Partido Demócrata, parte interesada del régimen imperante, impuso la candidatura de la Sra. Clinton. Trump no tuvo dificultades para derrotarla.
La cloaca, así llama el Presidente Trump al mundo político de Washington, durante largos años funcionó de maravillas sin que importara quien fuera el mandatario. El arribo de Trump, que hablaba de “la deshonestidad de los medios de comunicación”, le preocupó, es que este advenedizo puso en entredicho todas sus actividades, legales e ilegales, e insinuó iniciar una serie de acciones inéditas: la construcción de un muro que separe México de EEUU, arguyendo, entre otras causas, el ingreso de drogas. También propuso colaborar con Moscú para derrotar al Estado Islámico, monstruo creado por gobiernos anteriores; desmantelar la OTAN, costoso brazo armado que no sirve para nada; terminar con cualquier tipo de intervención en los asuntos de otros estados; el retiro de las tropas de EEUU de Siria, por considerar “que las fuerzas armadas de Estados Unidos no deberían ser el gendarme del mundo”; investigar lo que realmente sucedió el 9/11, cuya versión oficial era una flagrante mentira que contradice las leyes de la física; auditar al Banco de la Reserva Federal, entidad privada que controla el sistema financiero de EEUU; cesar el traslado de fábricas de EEUU al extranjero, lo que destruye a la clase obrera estadounidense, e imponer impuestos a las ganancias exorbitantes de Wall Street, que da luz verde a la concentración del 99% de la riqueza en el 1% de la población. Que se sepa, no ha cumplido ninguna o casi ninguna de sus propuestas, porque, aunque suenen bonito, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Para ser reelecto, Trump necesitaba apabullar a la cloaca. Para eso, ¡quién lo creyera!, creó su propia cloaca, porque para que un sector del sistema bicéfalo estadounidense gobierne desde la cloaca es necesario que se aconchaben ambos bandos. Eso explica el enorme bodrio que es la cloaca, en el que se ha sumergido Trump, donde para ser mejores y sobresalir en el cieno fétido, en el que desde hace mucho están inmersos, o ganar el voto de esa especie de troglodita, en que se ha convertido un amplio sector del electorado norteamericano, deben sacar las uñas, mejor dicho, las garras del imperio, y cometer cualquier barbaridad a nombre de la libertad, ya que para ser buen mandatario en EEUU es necesario hacer la guerra y destruir lo bello. Explica también por qué la candidatura de Bernie Sanders fue derrotada en las primarias demócratas: por ser una buena persona, un ser decente y honrado, características que le impedían llegar a la primera magistratura de EEUU.
Por eso, la humanidad debería levantarle un monumento al Presidente Trump, pues gracias a él ha quedado al desnudo, sin ningún tipo de tapujos, la política imperial de Estados Unidos, que es aventurera y peligrosa, a la vez. Con este fondo macabro, el 23 de enero del 2019, un tal Juan Guaidó se proclamó presidente de Venezuela. De inmediato, Donald Trump le reconoció y rompió así su promesa de no intervenir en los asuntos de otros estados. ¡Qué lástima, una bancarrota moral que lo embarca en una belicosidad sin fronteras!
En la política agresiva de su gobierno hubo de todo: señalaron a los militares venezolanos que “llegó la hora de acabar con la dictadura de Maduro de una vez por todas, pues este no era el momento de dialogar, sino que es el momento para la acción”; que EEUU “utilizará todas sus herramientas económicas y diplomáticas para que las transacciones comerciales del gobierno venezolano sean coherentes con el reconocimiento de Guaidó”; que “todas las variantes se encontraban sobre el tapete”; que en Venezuela no hay posibilidad de diálogo entre los sectores en pugna, “salvo para negociar la salida del poder de Maduro”.
Luego congelaron 7.000 millones de dólares de activos de PDVSA y bloquearon los pagos que emitan empresas estadounidenses cuando compren petróleo venezolano; el Banco de Inglaterra no devolvió a Venezuela sus reservas de oro, porque funcionarios de EEUU le presionaran para que cortasen el acceso de las autoridades venezolanas a sus activos en el extranjero. Según un informe de la ONU, “las sanciones unilaterales impuestas por EEUU a Venezuela han afectado su economía en 345.000 millones de dólares”. Esto es lo peligroso de la cloaca, su persistencia. Insisten e insisten, cual muñecos porfiados, hasta conseguir lo que buscan, en este caso, las riquezas de Venezuela.
La Faja del Orinoco contiene tanto petróleo como la producción de más de cien años de la Arabia Saudita; además, ese tesoro está situado cerca de EEUU. Si a esto se añade que también hay oro, diamantes, hierro, carbón… se entiende las ambiciones de la cloaca. Por eso, para el imperio es ahora o nunca, para los venezolanos también. Pero no se trata sólo de Venezuela, se juegan los intereses del mundo entero, porque en adelante, o se vive libre o se marcha en fila india, y sin chistar, al matadero.
Pero Venezuela cuenta con una Fuerza Armada Nacional Bolivariana “del más alto nivel profesional del mundo para defender la soberanía, la independencia y la Constitución… que están dispuestas a defenderla hasta más allá de esta vida”, según sostienen sus dirigentes. Así las cosas, uno se pregunta si Trump, que hasta ahora no ha iniciado una sola guerra, ¿se atreverá a invadir Venezuela? Lo cierto es que es difícil que dé esa orden, porque tonto no es y sabe lo que le espera; tampoco Brasil o Colombia pueden dar ese paso. ¿Qué hará, entonces? Incrementar las sanciones y usar el poderío de EEUU para intimidar incluso al que sonría con un venezolano. Como siempre, el derecho internacional, algo que para EEUU es anacrónico, estará ausente de su léxico. ¿Resistirá Venezuela? Parece que sí. Pues tiene muchos amigos. Sergei Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, declaró: “Rechazamos las sanciones ilegales, los métodos de chantaje en las relaciones internacionales, así como cualquier otra medida que socave los principios de la Carta de la ONU, sobre todo, la injerencia en los asuntos de los estados soberanos y los intentos de amenazar con el uso de la fuerza”.
Ahora último, durante su informe sobre el Estado de la Unión 2020, el Presidente Trump hizo un recuento de sus éxitos “nunca antes logrados por su país”, que le permiten prosperar a sus familias, incrementar la defensa, la economía, el empleo y las finanzas. Le contradijo Stiglitz, Premio Nobel de Economía: “Tal vez Trump sea buen presidente para el 1% más rico (y sobre todo, para el 0,1% más rico), pero no lo ha sido para nadie más; millones han quedado sin cobertura en salud y en solo dos años la proporción de estadounidenses sin seguro médico creció del 10,9% al 13,7%”.
Así, Trump inició su campaña para la reelección: Prometió aplastar la tiranía de Nicolás Maduro y aseguró que “todos los estadounidenses están unidos con el pueblo venezolano en su lucha justa por la libertad” y que su administración “apoya las esperanzas de Cuba, Nicaragua y Venezuela” en su lucha por restaurar la democracia en sus países. Al evento no asistió la legisladora Alexandria Ocasio-Cortez, porque “nada de esto es normal y no lo legitimaré”, pero asistió Juan Guaidó, al que Trump llamó “verdadero y legítimo presidente de Venezuela”, palabras que fueron aplaudidas de pie por toda la cloaca, es que se trata de una política de Estado. Ni siquiera el Libertador Simón Bolívar tuvo tal apoyo de Washington. En fin, habló mucho y dijo poco, pero se ha recalcado lo que le interesa a la América Latina.
Así están las cosas y ya no hay vuelta que dar ahora que Senado de EEUU votó en contra del impeachment al Presidente Trump y lo absolvieron de los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso. Los demócratas salieron muy mal parados, Trump resultó vencedor e incrementó su chance para ser electo a un segundo mandato, lo que es una pésima noticia para el mundo, incluso, para EEUU, que no lo soportaría otros cuatro años en el poder; es que es un verdadero desastre y lo peor es que no cae en cuenta del daño que causa, porque lo hace de manera natural. Es como el escorpión, al que no le importa cómo se las arregla el picado. No se exagera.
La única esperanza es Bernie Sanders. Algunos de sus seguidores sostienen que el verdadero obstáculo para conquistar la Casa Blanca es el establishment demócrata. Pero las dificultades existen para ser vencidas y a ningún pueblo le han regalado la libertad. En fin, la hormiga y la paciencia se fatigan del mucho trajinar.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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