El siglo de las Críticas y las Esperanzas Parte II
El siglo de las Críticas y las Esperanzas Parte II
Este siglo es rico en críticas al sistema imperante. Para Nietzsche “el cristianismo es la más fatal y seductora mentira que jamás haya existido” y el Nuevo Testamento es un testimonio para seres totalmente innobles y débiles. Objeta su intento de destruir a los espíritus fuertes y libres explotando sus momentos de flaqueza y debilidad. En su lugar elogia al hombre capaz de la crueldad, que se vale de la violencia para lograr sus objetivos y que sacrifica a una nación en aras de su causa. Cree que un líder así merece ser seguido y que por él se debe realizar cualquier acto heroico. Admira al conquistador, por cuya gloria se debe inmolar una nación.
En el siglo XIX, las ideas comunistas se desarrollan a partir del socialismo utópico, cuyos principales exponentes son: Robert Owen, el primero en considerar que el valor de los productos se debe medir con base al trabajo incorporado a ellos y no al valor que se les atribuye; Charles Fourier, quien propone la abolición del capitalismo para la formación de una sociedad comunista y el conde Saint-Simon, para quien la nueva sociedad debe planificar la atención de las necesidades de los pobres. Ninguno de estos autores considera que el capitalismo está compuesto por clases sociales antagónicas. Tiene que Marx formular el socialismo científico para que se supere esta etapa utópica del pensamiento humano. Según su doctrina, los medios de producción deben ser controlados por los trabajadores y, con la finalidad de construir una sociedad sin clases, el gobierno del Estado debe recaer en las manos de toda la sociedad. Busca lograr este objetivo ya sea mediante la revolución o con reformas institucionales que posibiliten la evolución social. El socialismo y su significado han variado según circunstancias y países.
Karl Marx es un filósofo y pensador alemán que nace en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Se doctora en 1841 con la tesis “Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro”. Luego trabaja en la elaboración de una teoría sobre la realidad social y colabora en la publicación de la Gaceta Renana, de la que es su redactor jefe. Marx tiene que exiliarse luego de que esta gaceta es intervenida por la censura. Se dedica entonces al estudio de las diferentes disciplinas, especialmente la filosofía y la historia. Marx es influenciado por el filósofo más importante de su tiempo, Hegel, de quien toma el método dialéctico de razonar y que, según sus propias palabras, pone de pié lo que Hegel había puesto de cabeza. Para ello crea la dialéctica del devenir constante, en la que no se ha realizado la síntesis; además, utiliza el método dialéctico para analizar las contradicciones en la historia de la humanidad y, en particular, la existente entre el capital y el trabajo.
En 1844, Marx se conoce con Friedrich Engels, quien, además de ser su íntimo amigo y prestarle su incondicional apoyo económico, será su más importante colaborador; también conoce a Proudhon, Blanc, Bakunin, Heine, Kautsky, los más importantes pensadores socialistas del siglo XIX.
En 1867, Max publica el primer volumen de su legado principal, El Capital. Esta obra filosófica, política y económica sirve de base para la comprensión del mundo, especialmente en lo que respecta a la teoría del valor y la plusvalía. Marx sostiene que lo que provoca las crisis cíclicas del capitalismo es la acumulación de riquezas por parte de un sector de la sociedad.
En 1871, antes de que la reacción francesa erradique sangrientamente a la Comuna de París, durante siete días el mundo vive la primera experiencia de poder proletario; su sueño de justicia social sobrevive hasta ahora. Esta derrota es un duro golpe para Marx que pospone la lucha revolucionaria y se dedica a escribir su pensamiento.
Según Marx, el capitalismo se basa en la apropiación de la plusvalía que se fundamenta a su vez en el axioma: comprar barato, vender caro y generar rentabilidad a partir del trabajo no remunerado, que el trabajador asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo, aunque para ello se condene a la miseria a la mayoría de los seres humanos del planeta. Esta dinámica ha producido el hambre, la exclusión social y el desempleo, que se extienden cual pandemia por todo el mundo.
Marx concibe la lucha de clases como el motor de la historia. Sostiene que cuando la contradicción entre la acumulación de la riqueza en pocas manos y la imposibilidad de que la mayoría de la sociedad disfrute de ella se torna insostenible, la clase obrera, la clase dominada, es la encargada de enterrar al capitalismo mediante la toma del poder luego de la Revolución Proletaria. Según Marx, el objetivo de esta revolución es acabar con el Estado, instrumento político de opresión de las clases dominantes. Con la realización de este objetivo se crean las condiciones para el nacimiento de una nueva sociedad sin clases antagónicas y, por ende, cesa la necesidad del Estado, que se debe extinguir.
La toma del poder y el gobierno proletario (llamado dictadura del proletariado, aunque se debe aclarar que el término ‘dictadura’ en alemán significa hegemonía) no garantiza la distribución equitativa de las riquezas de la sociedad sino que la burguesía derrocada no regrese nuevamente a gobernar el Estado. Marx considera deseable que esta transición se haga con la mínima de violencia, la que define como partera de la historia, es decir, como la fuerza necesaria para que los acontecimientos históricos se den. Cree que una vez que estalle la revolución en un país, la misma se debe extender a los demás, mediante la revolución mundial. El 14 de marzo de 1883, Marx fallece en Londres.
La anarquía es otra de las grandes corrientes políticas de la izquierda de entonces. Plantea, como hasta ahora, la supresión del Estado luego de la toma del poder por las fuerzas revolucionarias, así, el individuo se ve así libre de toda tutela gubernamental. Kropotkin y Bakunin son los mayores exponentes de esta ideología.
En Rusia se constituye el Nihilismo, una corriente muy particular del anarquismo, cuyo objetivo principal es destruir todas las estructuras sociales sin que luego sean sustituidas por ningún tipo de Estado. Los nihilistas, para lograr este fin, eliminan mediante el terrorismo algunas cabezas de la autocracia zarista.
El siglo XIX hace soñar a Stefan Zweig en “la edad dorada de la seguridad”, cuando la sociedad parece encontrase sólidamente establecida para siempre, pues cada familia tiene un presupuesto fijo, que puede ser calculado de antemano, conoce cuánto debe gastar en alimentación y vivienda, sabe lo que posee y sus propiedades están garantizadas por la existencia de una monarquía que ha gobernado por cientos de años; cada empleado conoce cuándo le toca ascender, cuándo se debe jubilar y cuál va a ser su pensión; del presupuesto familiar se puede ahorrar, y este ahorro genera un interés que se emplea en imprevistos; las propiedades se trasmiten de padres a hijos y producen rentas fijas para sus herederos; la llegada de un nuevo vástago es recibida con la apertura de una alcancía en la que se ahorra para su futuro.
Aparentemente, nada vaticina que algo pueda cambiar, pues casi nadie cree en guerras, revoluciones o disturbios, igual que tampoco se cree en la teoría del flogisto; toda imposición por la fuerza o radicalismo es mal visto, puesto que se vive en la edad de la razón. Claro que la seguridad no está al alcance de todos, pero se supone que en la medida en que las grandes masas tengan participación en la producción, la seguridad va a cubrir a todos los estratos de la sociedad.
Ni siquiera el disparo hecho por Gavrilo Princip, el 28 de junio de 1914, en Sarajevo, y que siega la vida del Archiduque Francisco Fernando, es visto como algo que pueda traer consecuencias desastrosas. Este acto va a servir de pretexto para que el Imperio Austro-Húngaro le declare la guerra a Serbia, y aquel idílico mundo, descrito por Zweig, fenezca, pues tanta belleza es sólo de oropel, una leve capa de pintura dorada bajo cuyo esplendor existen fuerzas destructoras que esperan la oportunidad para lanzar a los cuatro jinetes de la Apocalipsis sobre las enjutas estructuras sociales de las monarquías absolutistas de Europa. La Gran Guerra, a la que todos van a marchar entusiasmados, va a arrasar con casi todo régimen existente.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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