¿A dónde va Estados Unidos?
¿A dónde va Estados Unidos?
Se ven tres fallas en quienes dirigen los actuales disturbios de EEUU, toleran el vandalismo, modelan el pasado estadounidense de acuerdo a su visión del presente, o sea, recrean el pasado con la realidad actual, cuando tumban monumentos históricos o prohíben obras de arte… y cometen este craso error de acuerdo a las demandas de las políticas de este momento, aparentemente, electoreras. Por lo visto, les hace falta una mente libre de prejuicios y un análisis profundo, que les liberen de extremismos.
La lucha por la libertad y la democracia es ininterrumpida y larga, porque las instituciones que defienden la opresión y la desigualdad nunca se destruyen por completo sino que, por lo general, sufren sólo cambios superficiales, que les permiten mantener su reinado. Para que esto no sea así, se debe estudiar las bases reales sobre las que se sustenta la sociedad, que es su modo de producción y cómo evolucionan los sistemas productivos, y esto es todo, para así encontrar el qué hacer en el laberinto de la realidad. Aceptar esta idea como ley permite participar en las luchas del presente, libre de los prejuicios sobre el pasado.
No hay fenómeno más complejo que la sociedad humana, pues el hombre es el ser más contradictorio de todas las especies. También, las peculiaridades y el grado de desarrollo de cada país hacen que sus semejanzas sean mínimas. Como además, la realidad del pueblo de EEUU tiene características tan únicas, se hace difícil segregar aquello que les es esencial de lo que les es común con otros fenómenos universales. Sin embargo, si como consecuencia de la actual lucha popular su consciencia social ha madurado, debería plantear la sustitución de las caducas instituciones que le rigen, porque si acepta que este conflicto sólo concierne a sus élites y sigue midiendo el pasado con estándares presentes, sin relacionarlo con la base económica existente, corre el riesgo de repetir perpetuamente el drama que desde hace mucho vive. La libertad que el pueblo estadounidense debe demandar va más allá de a qué candidato presidencial apoyar en la elección de noviembre.
Para lograr que el proceso que viven se dé como un todo, los revolucionarios estadounidenses deben profundizar su conocimiento en ciencias sociales, pues el estudio de la realidad es una poderosa arma en la lucha por alcanzar un futuro mejor. Hoy los trabajadores de EEUU forman un ejército de millones de explotados y sus capitalistas acumulan miles de millones, no siempre adquiridos honestamente. Contra esta situación deben rebelarse las clases explotadas, pues, para reconstruir la sociedad, están obligados a luchar de manera inteligente y frontal; caso contrario, están en peligro las libertades que han conquistado, ya que los promotores del desorden actual buscan terminar con ellas y, para mantener el statu quo, son capaces de dar un golpe de Estado.
Aparentemente, la élite que dirige ese país no está capacitada para resolver sus propios problemas, ni los ajenos tampoco, por eso fracasa en la política interna, y también en la internacional, pues sólo saben abusar de la fuerza. Esto explica por qué han instaurado bases en todos los rincones del mundo, lo que les cuesta un ojo de la cara y no les produce beneficios reales, igual que sus ilegales políticas de sanciones. También exageran en la represión en la sociedad, ya que tener en las cárceles un mayor número de presos que en cualquier otro país del planeta les semeja más a un Estado policíaco que a la democracia que pregonan. Lo peor es que cometen estas barrabasadas cuando sus problemas sociales no son tan graves y recién comienzan. Se pregunta, ¿qué van a hacer cuando estalle la inevitable crisis económica?
Los antagonismos de EEUU se agudizaron luego del triunfo de Trump, pues tanto demócratas como republicanos vieron con malos ojos la llegada de este advenedizo y hacen hasta ahora lo que pueden para derrocarlo. Según Rudolf Giuliani, abogado de Trump, George Soros está detrás de esta Revolución de Colores, pues Antifa y Black Life Matters, grupos que encabezan las protestas en la mayoría de las ciudades gobernadas por demócratas, reciben gran parte de su financiamiento de este magnate. Para Soros, que negó esta acusación, Trump es un peligro para el mundo y piensa que se trata de un fenómeno pasajero que debe terminar el 2020 o, tal vez, antes.
Estas acciones son alentadas por toda el ala derecha del Partido Demócrata, no tan segura del triunfo de Biden en la elección de noviembre, por más que las actuales encuestas digan lo contrario. Por eso echan leña en el fuego de la insurrección, esperan que si los golpes de Estado, tipo Maidán, han sido exitosos, ¿por qué en casa propia no va a triunfar? O sea, alimentan al dragón con la esperanza de ser devorados últimos. Ahora bien, si la democracia es el poder del pueblo, electo por el pueblo, para el pueblo, entonces los órganos supremos de gobierno, libremente electo, deberían poder organizar el trabajo de los órganos inferiores de manera que el mandatario pueda ejecutar los proyectos que ofreció para llegar al poder.
Lastimosamente, esto no es así en EEUU. Un ejemplo es lo que pasa en el Estado de Washington, cuyas autoridades de Seattle han dado vía libre a las protestas contra la brutalidad policial. Trump ha calificado estos actos de terrorismo doméstico y exige a las autoridades recuperar el control, pues “hay que parar a estos feos anarquistas inmediatamente. ¡Muévanse rápido!”, caso contrario él mismo restablecerá la ley y el orden, tal vez tema que el ejemplo cunda por el resto del país.
Lo interesante es que esto pasó luego de que una parte de la población se tomara un área de la ciudad y creara una zona autónoma, algo así como un “Territorio Libre de la Policía”. Según las autoridades de Seattle, ésto es “reunirse y expresar legalmente los derechos de la Primera Enmienda, exigiendo que como sociedad lo hagamos mejor, no es terrorismo, es patriotismo… La amenaza de invadir Seattle no sólo es desagradable, es ilegal” y se burlan de Trump añadiendo: “Haga que todos estemos seguros. Vuelva a su búnker”. Ahora bien, si el Estado, que está llamado a conservar la ley y el orden, pierde el control de la situación, ¿qué va a pasar, entonces?
Habría que preguntárselo a Mijail Gorbachov, quien declaró que EEUU necesitaba de una perestroika; sin embargo, no especificó que quien realmente la requiere es su élite, que desde fines de la Segunda Guerra Mundial gobierna no sólo a su país sino al mundo occidental, y lo hace de una manera muy sutil, permitiendo que republicanos y demócratas se turnen en el poder, al mismo tiempo que mantiene el control férreo sobre los dirigentes de ambos partidos. Este método hubiera funcionado de maravillas de no ser por las trampas que, según Hegel, tiende la historia.
Nadie está en capacidad de prever en qué va a terminar la actual convulsión social de EEUU, ya que la situación se ha complicado porque ninguno de estos dos partidos ha abordado los acuciantes problemas que agobian a la sociedad estadounidense: trabajadores que cada día laboran más por salarios que bajan sin cesar; personas que carecen de techo como consecuencia de la crisis del 2008; profesionales que no pueden pagar sus deudas de educación; desempleados que deben mendigar su sustento; afroamericanos reprimidos con saña, el caso de George Floyd es uno entre muchos miles; mujeres que buscan equidad por su sacrificada labor; soldados desatendidos luego de haber servido de carne de cañón en el extranjero; migrantes que viven una pesadilla en EEUU, en fin, a los explotados, pobres y desposeídos por un sistema que sólo genera riqueza para el 1% de los norteamericanos.
Craso error el cometido, pues lo que no se resuelve se complica, por lo que ahora EEUU corre el riesgo de que el caos social se propague más allá de los disturbios causados por el asesinato de George Floyd y ponga en entredicho, incluso, la integridad de ese país. Y aunque eso no sucediera y EEUU sorteara por el momento dicho peligro, han borrado el ideal de oropel propugnado por ellos.
Todos esos valores de libertad y democracia, en los que actúan los políticos, los militares, los economistas y el sistema financiero mundial, toda esa realidad fantasiosa que fue creada para prolongar la existencia de un sistema que se desmorona, todo esto suena huero a la opinión pública que ahora descubre la verdad.
Por eso, el resultado de la próxima elección de EEUU será duro no sólo para ese país sino para el resto del mundo. Los estadounidenses deben escoger entre un candidato malo y otro pésimo, sin que se puedan aclarar cuál de ellos representa el mal menor, pues cualquiera que triunfe va a empeorar las cosas, puesto que la naturaleza de ambos es la del escorpión, que emponzoña al que puede. En resumen, el remedio, Biden, puede resultar peor que la enfermedad, Trump.
Como miembro de la contienda que se da contra el Presidente Trump, aparece para colmo, y a propósito, nada menos que John Bolton, figura súper belicista de la política internacional estadounidense. Le acusa de ser adicto al caos y que le resulta difícil encontrar importante una decisión suya “que no hubiera sido impulsada por cálculos de reelección… lo único que importaba incluso si eso significaba poner en peligro a la nación”; calla que lo mismo hacen todos los políticos de su país. Por algo, la gente dice, el que no te conoce, que te compre.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno,
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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