El mayor manicomio del planeta
El mayor manicomio del planeta
El coronavirus hizo el favor de descubrir al mundo que en EEUU la seguridad social no funciona y que Trump convirtió a ese país en lo que Noam Chomsky llama “otro fallo masivo y colosal de la versión neoliberal del capitalismo, agravado por la naturaleza de los bufones sociópatas que manejan al gobierno”.
El asunto se torna grave porque se trata de un país poderoso, cuya élite pretende mantener el predominio mundial que hasta ahora tuvo, sin saber cómo; comprende que se torna cada vez más complicado dominar el mundo mediante el poder económico, por la competencia de China, y que el uso de la fuerza militar resulta inútil a nivel global. ¿Qué hacer? Ni sus miembros lo saben. Desde fines de la Segunda Guerra Mundial gobierna no sólo a su país sino al mundo occidental, y lo ha hecho de manera sutil, permitiendo que republicanos y demócratas se turnen en el poder, al mismo tiempo que mantiene el control férreo sobre los dirigentes de ambos partidos. Este método hubiera funcionado de maravillas de no ser por la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Nadie está en capacidad de prever en qué va a terminar la actual convulsión social de EEUU, ya que la situación se ha complicado porque ninguno de estos dos partidos ha abordado los acuciantes problemas que agobian a la sociedad estadounidense: una multitud de explotados, pobres y desposeídos por un sistema que sólo genera riqueza para el 1% de los norteamericanos; trabajadores que cada día laboran más por salarios que bajan sin cesar; personas que carecen de techo como consecuencia de la crisis del 2008; profesionales que no pueden pagar sus deudas de educación; desempleados que deben mendigar su sustento; afroamericanos reprimidos con saña, el caso de George Floyd es uno entre los muchos miles; mujeres que buscan equidad por su sacrificada labor; soldados desatendidos luego de servir de carne de cañón en las aventuras bélicas estadounidenses; y migrantes que viven una real pesadilla.
Y como los problemas que no se resuelven, se complican, Estados Unidos corre el riesgo de que el caos social se propague más allá de las manifestaciones contra el racismo, causadas por el asesinato de George Floyd, y ponga en entredicho, incluso, la integridad de ese país. Y aunque eso no sucediera y EEUU sorteara este peligro, se ha borrado el ideal de oropel que propugnan, los valores de libertad y democracia, en los que actúan los políticos, los militares, los economistas y el sistema financiero mundial, y que actualmente suenan hueros a la opinión pública que, poco a poco, descubre la realidad.
Los antagonismos de EEUU se agudizaron luego del triunfo del advenedizo Trump, pues tanto demócratas como ciertos republicanos vieron con malos ojos su llegada a la Casa Blanca y hacen lo que pueden para derrocarlo. Según Rudolf Giuliani, abogado de Trump, George Soros está detrás de esta Revolución de Colores, pues Antifa y Black Lives Matters, grupos que encabezan las protestas en las ciudades gobernadas por demócratas, reciben gran parte de su financiamiento de este magnate. Para Soros, que negó esta acusación, Trump es un peligro para el mundo y piensa que se trata de un fenómeno pasajero que debe terminar el 2020 o, tal vez, antes.
Esta idea es alentada por el ala derecha del Partido Demócrata, no tan segura del triunfo de Biden en la elección de noviembre, por más que las actuales encuestas digan lo contrario. Por eso echan leña al fuego de la insurrección, esperando que si los golpes de Estado, tipo Maidán, han sido exitosos, ¿por qué no va a triunfar en casa propia? O sea, alimentan al dragón con la esperanza de ser devorados últimos. Por eso, la próxima elección de EEUU será difícil, los estadounidenses deben escoger entre un candidato malo y otro pésimo, sin que sepan cuál representa el mal menor, pues el remedio, Biden, puede resultar peor que la enfermedad, Trump.
Ahora bien, si la democracia es el poder del pueblo, electo por el pueblo, para el pueblo, entonces los órganos supremos de un gobierno, libremente electo, deberían ser capaces de organizar a los órganos inferiores de manera que el mandatario pueda ejecutar los proyectos que ofreció en la campaña electoral. En EEUU esto no es así.
Un ejemplo es lo que pasa en los estados de Washington y Oregón, cuyas autoridades han dado vía libre a las protestas contra la brutalidad policial. Trump ha calificado estos actos de terrorismo doméstico y les exige “parar a estos feos anarquistas inmediatamente. ¡Muévanse rápido!”
Pero si el Estado, llamado a conservar la ley y el orden, no puede controlar una situación, ¿qué va a pasar, entonces? Que EEUU se convierta en el mayor manicomio racista del planeta, donde una mayoría blanca, que no tiene esclavos ni es partidaria de la esclavitud, se debe disculpar ante un minoría negra, que no es esclava ni ha vivido bajo la esclavitud, por los abusos cometidos por un sistema que fue eliminado luego de la Guerra de la Secesión, y donde un presidente exige a las autoridades demócratas cumplir la ley y envía tropas federales para aplacar las protestas de Portland, cada día más intensas, pues “el gobernador y el alcalde son débiles” y no cumplen sus órdenes. Poco después, las autoridades de esa ciudad comunican que “luego de nuestras conversaciones con el vicepresidente Pence y otros, el Gobierno federal acordó retirar a los oficiales federales de Portland, porque actuaron como una fuerza de ocupación y provocaron la violencia”. ¡Nótese que no tomaron en cuenta al Presidente Trump! Después enviaron una carta a los líderes del Congreso en la que solicitan la aprobación de una ley que prohíba a los agentes federales ingresar a una ciudad sin la anuencia de los funcionarios locales. Parecería que EEUU se ha vuelto un Estado fallido y que su política, tanto la interna como la internacional, es digna de un manicomio.
Su irracionalidad no esgrime pretextos, simplemente dicta órdenes, campo en el que Trump es superado por Pompeo, portaestandarte de la declaratoria de la nueva Guerra Fría contra China. El representante de la diplomacia estadounidense, imitando al papa Urbano II, que en 1095 hizo un llamado a los países cristianos de Europa para conquistar Tierra Santa, instiga al mundo a realizar una cruzada contra el Partido Comunista Chino, PCCH; no da razones sino que impone su criterio con una perorata que destila estupidez humana. Sus palabras no merecen ser rebatidas, su sólo contenido las rebaten por ser cantaletas desempolvadas del basurero de la historia, pronunciadas, tal vez, para ocultar el grave momento que vive la sociedad de EEUU.
Pompeo dice que el mundo libre revivió la poco efectiva economía china sólo para que el PCCH muerda sin agradecer las manos que le alimentaron, recordó que Nixon abrió las puertas del mundo al PCCH, temiendo haber creado un Frankenstein, que es lo que se ve ahora, una China más autoritaria dentro de sus fronteras y más agresiva en su enemistad a la libertad del resto del mundo, y que el Secretario General, Xi Jimping, es un convencido absoluto de la ideología totalitaria, que impulsa al comunismo chino hacia la hegemonía global.
“Si el Presidente Reagan actuaba con la URSS con el principio confía y comprueba, yo, en cambio, actúo respecto al PCCH con el principio desconfía y comprueba… Nosotros, las naciones amantes de la libertad, debemos inducir a China a cambiar su actitud, pues las acciones de Pekín amenazan a nuestro pueblo y su bienestar. Nosotros debemos decir la verdad, no podemos actuar con esta encarnación de la China como si fuera un país normal. Crecí y serví en las fuerzas armadas durante la Guerra Fría, y si hay algo que aprendí entonces es que los comunistas casi siempre mienten”. Comentario: La desfachatez de esta acusación obliga a recordar que hace poco Pompeo se jactó de que en la CIA le habían enseñado a mentir descaradamente, a engañar sin colorearse y a superar a Tartufo en el arte de pasar por santurrón. Por lo visto, el peor enemigo de Pompeo es su propia lengua.
Para Pompeo, el cambio del comportamiento del PCCH no puede ser tarea sólo del pueblo chino, sino que todas las naciones libres deben trabajar para defender la libertad, algo que es poco fácil; lo cree porque ya lo hicieron con la URSS y porque, según él, el PCCH repite muchos de sus errores. Piensa que contra China, cada país debe actuar con su propia comprensión de cómo defender sus ideales, su soberanía y su desarrollo económico de los tentáculos del PCCH. “Si ahora nosotros nos arrodillamos, los hijos de nuestros hijos van a depender la misericordia del PCCH. La defensa de nuestra libertad del PCCH es la misión de la época, y América está mejor preparada que nadie para asumir esa tarea, pues nuestros principios fundamentales nos otorgan esa posibilidad”.
Pompeo no se da cuenta que China no es la URSS. En los últimos 40 años, el gobierno chino ha elevado 20 veces el nivel de vida de su pueblo; China es la primera economía del mundo, el principal socio comercial de casi todos los países y su gran desarrollo científico tecnológico le permite continuar desarrollándose; además, cuenta con gran unidad interna, algo que la URSS no tuvo. Así es que, Mr. Pompeo, si por eso te despertaste, vuélvete a quedar dormido.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno,
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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