Un día después de que 350 dueños de restaurantes interpusieran una demanda ante el juzgado contra el gobernador Andrew Cuomo y el alcalde Bill de Blasio, por los daños económicos provocados por el cierre de los servicios de interior en los restaurantes, el Gobierno del Estado abrió la mano.
Cuomo anunció el miércoles que a partir del 30 de septiembre se podrán ofrecer comidas en el interior de restaurantes aunque solamente se podrá llegar al 25% de la capacidad para sentar a los comensales. Son las reglas que impone el COVID-19 en una ciudad en la que se han rebajado los contagios pero en la que se han perdido 32,612 vidas, según datos de The New York Times por esta enfermedad.
La reducción de capacidad es una de las muchas restricciones que tendrán para operar los dueños de una de las áreas económicas que imprimen la personalidad de la ciudad y sostienen miles de puestos de trabajo. Pero es una de las más duras ya que la mayoría de los restaurantes operan con márgenes muy bajos incluso cuando están a plena capacidad. El paisaje de mesas pegadas unas a otras en muchos pequeños restaurantes es muy particular de esta ciudad.
La noticia de esta apertura inicial llegó después de que De Blasio explicara en su rueda de prensa diaria este miércoles que tendría noticias que dar sobre ella en una semana. Horas después Cuomo desbarató esta agenda y adelantó la noticia.
Pese a lo confuso de la situación la Alcaldía dijo mediante un comunicado que se ha trabajado con el Estado y los responsables de Salud para diseñar y planificar cómo se abre. En referencia a las condiciones para esta apertura, De Blasio explicaba que la escena de los comedores interiores “no se va a parecer a la que conocemos y amamos pero se está haciendo progresos para los trabajadores de los restaurantes y los neoyorquinos“.
Para la apertura no solo se limitará a un cuarto la capacidad de los restaurantes sino que además se tomará la temperatura de los clientes a la entrada, y se tendrán que tener los datos de los test y los necesarios para hacer trazabilidad de al menos uno de los clientes de cada mesa. Las mesas tienen que estar al menos a seis pies de distancia las unas de las otras y los empleados tienen que tener PPE para protegerse del coronavirus.
Los comensales tendrán que usar máscaras si no están en sus mesas y no podrán hacer uso de la barra de bar en caso de que la haya. De hecho, la apertura de los restaurantes no llega acompañada de la de los bares. Estos todavía no tienen luz verde para abrir sus puertas.
Aunque Cuomo no fue preciso, la marcha atrás en esta apertura controlada podría ocurrir si suben los contagios en la ciudad. Desde la Alcaldía se explicó que si el porcentaje de positivos en los test llega al 2%, se repensará la situación.
Nueva York lleva 33 días seguidos con una tasa de infección por debajo del 1%. No obstante Cuomo está preocupado que tras las festividades del Día del Trabajo el pasado fin de semana pueda haber un pico. La Organización Mundial de Salud recomienda un ratio por debajo del 5%.
Si se mantiene el actual control sobre el COVID-19 con la apertura parcial de los restaurantes — algo que casi coincide con el comienzo de las clases presenciales (el 21 de septiembre) en las escuelas–, se podrá dar el paso adelante de permitir una capacidad al 50%. Cuomo tomará esa decisión el 1 de noviembre.
Marcha hacia la normalidad
Empieza así la marcha hacia una relativa normalización en el sector de los restaurantes que han estado cerrados al público seis meses y apenas abiertos para entregas y recogidas de comidas. La apertura limitada, que estaba prevista a principios de verano se canceló y en su lugar se propusieron calles cortadas en la ciudad y más espacios en las aceras para permitir el servicio al aire libre, las llamadas terrazas muy populares en el sur de Europa. Es algo insostenible cuando las temperaturas bajan o los días traen lluvia.
Cuomo ha retrasado la apertura de los restaurantes porque la normalización, por fases, de estos ha estado asociada a rebrotes del virus.
La ciudad de Nueva York es la última del estado en abrir sus lugares de comidas. Es algo que ha llevado a la exasperación a muchos dueños de restaurantes que lamentaban que en el resto del estado, incluso en los condados lindantes a los de la ciudad, hubiera servicio interior en los restaurantes.
Andrew Rigie, director ejecutivo de la NYC Hospitality Alliance explicaba este miércoles que la industria de los restaurantes ha sido devastada financieramente por la pandemia “y un retorno seguro a las actividades de interior es crítico para salvar a pequeños negocios y trabajos”. “Estamos agradecidos al gobernador Cuomo por el anuncio de la vuelta de las comidas en el interior como una agenda para la expansión futura. Los restaurantes son esenciales para le economía de Nueva York y el tejido social y económico”.
El presidente de la Cámara de Comercio de Brooklyn, Randy Peers, dijo que esta medida es un paso en la dirección correcta para proteger a más de 5,500 restaurantes cuya preocupación es sobrevivir el invierno. No obstante, Peers dijo que el 25% de capacidad no va a ser una solución viable para todos los restaurantes de Brooklyn.
En una reciente conferencia con restaurantes, algunos de ellos se quejaban de haber perdido la temporada de verano y el turismo, todo ello aplastado por el COVID-19. Su esperanza se depositaba en una apertura en el interior durante los meses del invierno anteriores a las fiestas de fin de año, uno de los momentos más importantes en términos de clientela e ingresos para esta industria.
Si ve algo, diga algo
Asegurarse de que se cumple la normativa de apertura gradual y cumpliendo los requisitos des seguridad vuelve a ser tarea de todos.
El gobernador Andrew Cuomo quiere que se respeten todas las restricciones impuestas en la apertura y además de la State Liquor Authority y la policía estatal se unirán a las fuerzas de vigilancias inspectores de la ciudad. Se trata de unas 400 personas que son inspectores del área de salud, de medioambiente, la NYPD y otros departamentos.
Pero además ha pedido que los ciudadanos denuncien las violaciones con llamadas anónimas. “Queremos que los neoyorquinos sean parte de la solución”, dijo. Los clientes pueden llamar sobre posibles violaciones para que se persone un inspector al 833-208-4160 o mandar un texto al 855-904-5036.
Las autoridades se están tomando muy en serio las restricciones y ya hay suspendidas más de 100 licencias en la ciudad por no seguir la normativa de apertura con restricciones.