Una metodología en la que toda mentira vale
Una metodología en la que toda mentira vale
En 1078, San Anselmo de Canterbury expuso en el Proslogion el primer argumento ontológico cristiano. Definió a Dios como “aquel del que nada más grande puede ser pensado”, que debe existir incluso en la mente de quien lo niega; por lo tanto, si el ser mayor posible existe en la mente, se debe concluir que también existe en la realidad. La esencia del argumento ontológico consiste en que demuestra la existencia de Dios a partir concepto de Dios, o sea, su existencia es un componente de su esencia.
Santo Tomás de Aquino rechazó la tesis ontológica con el argumento de que los seres humanos no pueden conocer la naturaleza de Dios, cuya existencia se puede llegar a percibir con el uso adecuado y lógico de la razón. En la escolástica de santo Tomás, el pensamiento se enmarca en estructuras rígidas, en las que el intelecto se somete a la fe que, finalmente, revela la verdad. Así, de esta manera, el conocimiento filosófico se somete a la teología y se aleja de la ciencia.
En 1637, el filósofo francés René Descartes escribe el Discurso del método, obra en la que desarrolla la manera correcta de razonar para buscar la verdad en las ciencias y que constituye el pilar básico del pensamiento filosófico de Occidente. Se trata de un tratado moderno de filosofía que establece el valor de la matemática, rompe con el medioevo y configura un mundo nuevo y actual, que plantea la necesidad de la investigación libre, lejos de la enseñanza escolástica que a Descartes le impartieron en las universidades y cuya inutilidad critica. Para lograr él mismo el conocimiento verdadero, Descartes reprueba el saber de su época, exceptuando la matemática, y pone en duda lo que ha aprendido a lo largo de su vida, luego de lo cual concluye que la verdad se encuentra en uno mismo.
Esto permite suponer que si durante la Edad de las Tinieblas, cuando vivió san Anselmo, una idea tan aceptada por el hombre, como la de Dios, para que sea sustentada requirió del pensamiento racional y lógico; si Descartes, para encontrar la manera correcta de razonar y así buscar la verdad, debió desarrollar un método; si para defender sus ideas, los grandes pensadores de Occidente crearon la dialéctica y demás formas de raciocinar, es razonable pensar que algo semejante pase en la actualidad. Pero no, aunque parezca mentira, hoy esto no es así. Para engatusar a la opinión pública mundial, las grandes corporaciones informativas usan un método fantasioso, más obstruso que los dogmas escolásticos del medioevo.
Así, la CIA emite una moneda para conmemorar su victoria en Playa Girón, que fue en realidad su primera derrota en Latinoamérica; los países del Grupo de Lima, junto con EEUU, reconocen como presidente de Venezuela al impostor Juan Guaidó y le dan su total apoyo; el Ministro de Defensa de Colombia acusa a Rusia de causar el levantamiento popular en su país; EEUU culpa a China de haber provocado la pandemia del coronavirus; los políticos de Occidente dictan cátedra sobre una democracia que jamás han practicado; la UE inculpa a Rusia de agresión por movilizar sus tropas dentro de su propio territorio; el Presidente Biden predica sobre los derechos humanos, que el mundo debe observar, cuando en su propio país no los respetan para nada; juntos, EEUU y UE, castigan a Bielorrusia, por hacer caso a una llamada de alerta enviada desde Suiza… Para colmo de los colmos, en Ecuador se evita que el pueblo se entere de otra versión de estos eventos, clausurando la emisión de TeleSur.
De tanto infundio mencionado, se va a analizar sólo uno: El aterrizaje de emergencia en Minsk, la detención de un opositor bielorruso y la ola de críticas y sanciones desatadas por parte de Occidente. ¿Qué pasó en realidad?
El 23 de mayo, un avión de la aerolínea Ryanair, que volaba de Atenas a Vilna, hizo un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Minsk. La decisión fue tomada por el piloto del avión de Ryanair luego de que un controlador aéreo del aeropuerto de Misks le recomendara aterrizar, porque el servicio de seguridad de dicho aeropuerto había recibido un correo electrónico que advertía sobre la existencia de una bomba en esa aeronave; el piloto preguntó cuál era la fuente del aviso de la bomba y el controlador aéreo le respondió que un correo electrónico recibido por el servicio de seguridad del aeropuerto. Bielorrusia envió un MiG-29 para que escoltara el vuelo hasta Minsk y publicó la transcripción de esa conversación.
El aviso de bomba resultó falso, pues en el avión no se encontró ningún artefacto explosivo. Vesna, ONG bielorrusa de derechos humanos, informó sobre la detención de Román Protasévich, fundador del canal opositor Telegram Nexta, que se encontraba a bordo del avión; a Protasévich, el KGB de Bielorrusia lo había incluido tiempo atrás en el registro de personas vinculadas a actividades terroristas y lo había acusado de varios delitos, uno de ellos, la organización de disturbios luego de la victoria de Alexandr Lukashenko en las elecciones presidenciales de 2020, lo que le podría acarrear una condena de hasta 15 años de cárcel. Protasévich se declaró culpable de haber organizado dichas protestas, que son una herramienta de presión política y dijo “que las sanciones son necesarias para que la economía de Bielorrusia se desplome lo antes posible. Y si la economía se desploma, la gente saldrá a las calles. Serán revueltas provocadas por el hambre. Y esto, básicamente, es uno de los objetivos de las sanciones económicas que se siguen imponiendo”.
Por su parte, Gitanas Nauseda, presidente de Lituania, pidió que Protasévich sea liberado inmediatamente; el Ministro de Exteriores de Grecia calificó el aterrizaje del avión de Ryanair en Minsk de acto de piratería aérea y recalcó la importancia de defender la democracia, la prevalencia de la ley y los derechos humanos; Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, expresó: “Cualquier violación de las reglas internacionales sobre el transporte aéreo debe acarrear consecuencias”; Joseph Borrell, jefe de la diplomacia europea, anunció que el Consejo Europeo examinará las acciones de Bielorrusia; Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, indicó que el incidente no quedará sin consecuencias; David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, exigió que las autoridades bielorrusas expliquen por qué el avión aterrizó en Minsk y por qué detuvieron a Protasévich; Svetlana Tijanóvskaya, excandidata a la presidencia de Bielorrusia, exigió que la Organización Internacional de Aviación Civil tome medidas, incluyendo la exclusión de Bielorrusia de la entidad.
Todos argumentan prácticamente lo mismo, como si se tratara de un monólogo que ya han ensayado muchas veces antes y lo conocen al dedillo. Ninguno sigue el consejo de Descartes de no admitir nada como verdadero sin tener la evidencia de que así mismo es; de analizar todas las partes posibles de un hecho, que este análisis debe ser integral, sin omitir nada, y dudar de todo para llegar al verdadero conocimiento.
En cambio, para María Zajárova, portavoz de la Cancillería de Rusia: “Es impactante que Occidente califique de ‘impactante’ lo sucedido en el espacio aéreo de Bielorrusia”. Recordó que en 2013, Occidente no se mostró sorprendido después de que la aeronave del expresidente Evo Morales, que regresaba de Rusia, debió realizar un aterrizaje forzoso en Austria, porque EEUU pidió revisar el avión pues sospechaba que Edward Snowden se encontraba a bordo. Sobre el mismo tema, el Presidente Putin recordó que a Evo Morales “le pidieron que se bajara del avión y lo registraron. El avión de un jefe de Estado. Nadie lo recuerda, como si nunca hubiera sucedido. Pero sucedió. Y por cierto, los aterrizajes forzosos tuvieron lugar más de una vez, y no sólo con el avión de este presidente”.
Alexánder Lukashenko, presidente de Bielorrusia, declaró que Occidente reaccionó demasiado rápido, que apenas el avión aterrizó en Minsk empezaron las acusaciones de Occidente y las prohibiciones de vuelo. “Si no les gusta volar a través de una Bielorrusia segura, que vuelen allí donde murieron 300 personas”, se refería al derribo del Boeing 777 de Malaysia Airlines en el este de Ucrania en 2014. Indicó que enemigos de dentro y fuera del país han cambiado de métodos, pasaron de atacar al Estado a organizar disturbios para estrangularlo. Luego se preguntó: “¿Por qué el capitán decidió aterrizar en Minsk, cuando se quedaban unos 70 kilómetros hasta Vilna? ¿Por qué nadie quiso recibir el avión cuando informamos sobre los explosivos colocados: ni Vilna, adonde estaba volando, ni Varsovia, ni Leópolis ni tampoco Kiev. ¿Tenían miedo de responsabilidad? ¿O alguien realmente necesitaba que aterrizara en Minsk?” En las respuestas a estas preguntas se agazapan los verdaderos responsables.
Por eso, para que exista una real democracia es necesario que el gran capital no tenga la posibilidad de fabricar mentiras, de corromper periodistas y escritores, de comprar intelectuales, que ilusionen al cándido sobre las bondades del capitalismo, con lo que en realidad adquieren una patente de corso para explotar sin misericordia al pueblo y que unos pocos disfruten de lujos inimaginables mientras millones de personas viven en la pobreza más abyecta. A buena hora, las campanas doblan por el fin del capitalismo.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno 2A
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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