La Revolución Francesa y la Masonería
La Revolución Francesa y la Masonería
Los Estados Generales, cuerpo legislativo formado por la nobleza, el clero y el pueblo, llamado también tercer estado, fueron creados en Francia en 1302, pero la convocatoria, hecha por Luis XVI para intentar hacer frente a la crisis económica que agobiaba al país, fue la que les permitió erigirse en Asamblea Nacional y lo que se considera el inicio de la Revolución Francesa.
Las largas guerras emprendidas por Luis XIV, el despilfarro administrativo durante el reinado de Luis XV y los préstamos a las colonias británicas durante la guerra por la Independencia de EEUU motivaron que el Estado francés sufriera una grave crisis económica. Ni siquiera el nombramiento del Controlador General de Finanzas, Anne Robert Jacques Turgot, hombre de ideas liberales que durante el reinado de Luis XVI instituyó una política rigurosa en lo referente a los gastos del Estado, aplacó en el pueblo francés la necesidad de reformas fiscales, sociales y políticas. La mayor parte de sus medidas fueron abandonadas dos años después, luego de su dimisión, debida a la presión de los sectores más reaccionarios de la nobleza y el clero, que contaban con el apoyo de la reina María Antonieta.
Jacques Necker, su sucesor, tampoco logró hacer grandes cambios antes de dimitir en 1781, presionado por esos mismos grupos sociales. El pueblo, sin embargo, lo aclamó cuando hizo público lo agobiante que resultaba para el Estado mantener los privilegios de la nobleza.
La crisis empeoraba al mismo tiempo que el pueblo exigía la convocatoria a los Estados Generales, cuya última reunión había sido en 1614. Luis XVI accedió a convocarlos y, finalmente, en 1788 hubo elecciones nacionales. La desaparición de la censura permitió la difusión de numerosos escritos que recogían las ideas libertarias que circulaban por toda Francia.
Pese a que los tres estados, clero, nobleza y pueblo, creían que la estabilidad de la sociedad requería de transformar la situación existente, los antagonismos inherentes a los intereses que representaban imposibilitaron la unidad de acción en la reunión de los Estados Generales en Versalles el 5 de mayo de 1789.
Los estamentos privilegiados de la sociedad francesa rechazaron el nuevo método de votación por individuo, y no por estamento, porque el tercer estado podría controlar los Estados Generales, ya que disponía de la mayoría de los asambleístas. Esta discusión se prolongó durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido por Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau se constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio. Este desafío al gobierno monárquico fue seguido de la aprobación de medidas que otorgaban el poder de legislar en materia fiscal únicamente a la Asamblea Nacional.
Luis XVI privó a la Asamblea de la sala de reuniones, pero ésta se reunió el 20 de junio de 1789 en el Juego de la Pelota y juró no disolverse hasta redactar una constitución para Francia. En este momento se produjo la ruptura de los estamentos superiores y numerosos representantes del bajo clero y algunos nobles liberales se integraron a la Asamblea Nacional.
Se inició así la Revolución Francesa, que puso fin a los privilegios de la aristocracia y el clero y abolió la monarquía, la servidumbre, los derechos feudales y los diezmos; esta transformación redistribuyó la riqueza, la propiedad de la tierra, implantó el pago equitativo de impuestos, eliminó la prisión por deudas y abolió la primogenitura en el derecho de herencia. También implantó un nuevo sistema educativo, por el cual todo ciudadano, independientemente de su origen, podía acceder a un puesto en la enseñanza, dependiendo sólo de un concurso; decretó la igualdad ante la ley, el derecho de habeas corpus y la celebración de juicios justos, en los que se respetaba la presunción de inocencia del acusado; logró también la libertad de culto y expresión; se instituyó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que condujo a la libertad de conciencia y a la obtención de los derechos civiles. Los ideales de la Revolución Francesa influyeron en la independencia de Latinoamericana y hasta hoy la clave de la democracia. Lo anterior es historia, ahora se va a hablar de la leyenda.
Muchos sostienen que estos acontecimientos se dieron gracias a la masonería, que obró como el hilo conductor de los mismos. Según esta versión, no todos los templarios franceses fueron apresados y ajusticiados por Felipe el Hermoso. Algunos escaparon a Escocia e ingresaron a las hermandades de constructores que operaban en ese país. Así nació la leyenda de «la venganza templaria», cuyo objetivo fundamental habría sido el derrocamiento de la dinastía francesa.
Para Adam Weishaupt, el fin común de la masonería era promover la fraternidad. Él se contactó con Adolf von Knigge, su alma gemela, y durante la noche de Walpurgis de 1776 fundaron la Orden de los Iluminados, cuyos miembros tomaban nombres místicos de la vieja Grecia: Weishaupt era «Spartakus», Knigge, «Philon», Goethe, «Abaria» y el filósofo Herder, «Damasus». En 1785, un correo de los Iluminados fue fulminado por un rayo cuando trasladaba proyectos e importantes documentos de la orden, o que destapó la conspiración tan laboriosamente urdida por Adam Weishaupt. El elector de Baviera prohibió la orden y Wishaupt fue condenado a prisión, de la que huyó para luego morir en la pobreza más absoluta.
Al Congreso de los Iluminados, celebrado en Francfort en 1786, asistieron delegados alemanes, franceses e ingleses. Este cónclave aprobó el programa de destrucción de las monarquías europeas e emitió la condena a muerte contra el rey de Francia; sin embargo, cabe preguntar: ¿hay conexión entre los Iluminados y la revolución? Para el Abate Barruelm, la «conspiración de los Iluminados» inspiró a la masonería durante la revolución francesa y, según Marat, hubo agitadores prusianos que instigaron la toma de la Bastilla y el incendio de las Tullerías.
La tradición masónica afirma que Montesquieu fue iniciado en Londres y es el primer masón francés. Según Alan Stang, historiador estadounidense, el introductor de esta orden a Francia fue el conde de Mirabeau, que reclutó para las logias masónicas a Saint Just, Desmoulins, Hebert, Danton, Marat, Chenier, pero su afirmación no está confirmada y se basa en comentarios de su círculo.
La Logia de Santo Tomás de París fue la primera que se constituyó en Francia en 1725, para de inmediato extenderse entre la nobleza, pero fue prohibida por proceder de Inglaterra y por la aureola de secretismo de la masonería; pese a ello, se reunían en un hotel del barrio de la Bastilla. En 1738, el duque de Antin asume el cargo de Gran Maestre; luego le sucede Louis de Borbon Condé, primo del rey, que ocupa el cargo hasta 1771. Con él, las logias adquieren influencia y se extienden por toda Francia.
Hasta ese momento, la masonería francesa había sido dirigida por nobles que participaron sólo en las primeras etapas de la revolución y luego se exiliaron; a partir de entonces, la masonería desapareció del escenario revolucionario y las logias perdieron fuerza. El mismo Felipe «Igualdad», Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, luego de votar por la ejecución de su primo Luis XVI, fue guillotinado el 1793, después de que su espada ceremonial fuera rota en la Asamblea del Gran Oriente de Francia.
Aunque la casi totalidad de los líderes revolucionarios fueron masones, es imposible demostrar documentalmente que la masonería francesa dirigiera o encauzara la Revolución Francesa. Pero es innegable el aporte ideológico y simbólico de la masonería en este evento: la consigna de Libertad, Igualdad y Fraternidad es masónica; los colores azul, blanco y rojo de la bandera francesa, proceden de la escarapela tricolor ideada por el francmasón Lafayette; el gorro frigio es símbolo masónico; la Marsellesa, compuesta por el masón Leconte de l’Isle, fue cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Strasburgo.
Sin embargo, la masonería de Francia es desbordada por la revolución, pues masones ordenaron guillotinar a masones, lo que rompió el juramento de fraternidad y ayuda mutua. Dantón dio el visto bueno para que Hebert sea guillotinado; a su vez, él subió al patíbulo por instigación de Saint Just y Roberspierre; las cabezas de estos dos últimos rodaron durante la reacción del Termidor, originada por el Directorio, constituido por Fouché, también masón. Según se afirma, Napoleón fue iniciado en Marsella en el rito egipcio durante la campaña de Italia cuando era teniente, luego puso término al caos revolucionario después de proclamarse Emperador e imponer a su hermano José Bonaparte como Gran Maestre de la Masonería francesa.
Es evidente que los principios masónicos triunfaron en Francia, aunque los mismos masones se dejaron arrastrar por sus intereses personales, sin un plan establecido. Es posible que hubiera habido una conspiración masónica, pero faltan pruebas.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno,
Corresponsal de Ecuador en Quito
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