La agenda económica. La inflación se dispara
La agenda económica. La inflación se dispara, el crecimiento se hunde y la agenda económica de Joe Biden, está al borde del colapso
El próximo mes la Reserva Federal reducirá la compra de deuda en el mercado que había iniciado en marzo de 2020 para combatir el Covid-19, endurecimiento las condiciones financieras
La política económica de Joe Biden, que es el principal elemento en el que ha basado su gestión en la Casa Blanca, corre peligro de colapsarse, mientras la actividad en la primera economía del mundo se frena a una velocidad mucho mayor que la esperada.
Es un escenario muy duro políticamente para el presidente, que ayer desayunó con una pésima noticia: el PIB apenas creció un 0,5% en tasa intertrimestral (es decir, comparado con el trimestre anterior) en el periodo julio-septiembre. El dato intertrimestral anualizado – que apenas se utiliza en Europa, pero que EEUU y Japón siguen manteniendo – fue del 2%. Para hacernos una idea del frenazo, baste decir que el mercado esperaba entre el 2,7% y el 3,5%. En el periodo de abril a mayo, el crecimiento intertrimestral anualizado había sido del 6,7%.
Como las malas noticias nunca vienen solas, la inflación también subió más de lo esperado. El deflactor subyacente del consumo privado, que es la medida preferida de la Reserva Federal para decidir los tipos de interés, se situó en el 3,6%, es decir, en su nivel más alto en 30 años. Si se incluyen los alimentos frescos y la energía en ese indicador, la cifra llega al 4,3%, lo que significa la cantidad más alta desde que en 1990 la invasión de Kuwait por Sadam Husein disparó el precio del petróleo.
Así que las perspectivas para Estados Unidos en el corto plazo son inflación y caída de la tasa de crecimiento. Es, además, una tendencia que no da señales de mejorar. Los ‘cuellos de botella’ en las cadenas de suministros a escala mundial siguen provocando escasez de bienes, y eso se refleja en los precios. Y, encima, el mes que viene la Reserva Federal va a empezar a reducir la compra de deuda en el mercado que había iniciado en marzo de 2020 para combatir el Covid-19, lo que implica un endurecimiento de las condiciones financieras y, previsiblemente, un crecimiento menor.
Entretanto, el banco central sigue insistiendo en que no hay peligro de que el país caiga en una espiral inflacionaria. Y lo mismo dice el Departamento del Tesoro. Sin embargo, Janet Yellen, que dirige ese departamento, aplazó la semana la estabilización de los precios a «mediados o finales de 2022». Fue un detalle significativo. Porque hasta ahora, la secretaria del Tesoro decía que la inflación iba a empezar a moderarse a finales de este año. Así pues, la moderación de los precios ha sido aplazada doce meses.
Y el problema es que en esos doce meses los ciudadanos pueden decidir que la inflación ha venido para quedarse, con lo que las subidas de salarios y precios se harían permanentes. De hecho, el consumo se frenó en el tercer trimestre, según confirmaron los datos provisionales del PIB, lo que parece indicar no solo que hay menos cosas que comprar – por las disrupción de la cadena de suministros – sino, también, que los precios son demasiado altos como para que la esperada ‘fiesta del consumo’ tras el Covid-19 se produzca.
Para rematar, la agenda económica de Joe Biden está totalmente paralizada. En un esfuerzo desesperado, el presidente aplazó ayer en varias horas su viaje a Roma para realizar un esfuerzo desesperado para salvar su agenda económica y, con ella, su presidencia. Su objetivo era salvarla no de la oposición republicana, sino de los propios miembros de su partido, en especial de dos centristas, los senadores Joe Manchin y Kyrsten Sinema, que están bloqueando el programa central de la política del presidente, que incluye la lucha contra el cambio climático y la expansión del Estado del Bienestar, con medidas como la introducción en EEUU de bajas por maternidad y paternidad, cierto control del precio de los medicamentos, y la gratuidad de parte de lo que en ese país podría ser considerado equivalente de la Formación Profesional.
La clave del debate es que Biden tiene que hacer un ejercicio de funambulismo político, entre la izquierda y la derecha de su partido, para conseguir que el proyecto salga adelante. Y la izquierda y la derecha demócratas son casi dos partidos diferentes. Por un lado están Joe Manchin y Kyrsten Sinema, que han logrado reducir el programa de la Casa Blanca a menos de la mitad de los 3,5 billones de dólares (3 billones de euros) en diez años inicialmente previsto. Entre los recortes impuestos por Manchin y Sinema está la casi totalidad del plan de transición energética, las bajadas de impuestos a los contribuyentes de menos ingresos y la mayor parte de las subidas a los más ricos, la ampliación de la gratuidad de la enseñanza, el establecimiento por ley de la obligatoriedad de las bajas por maternidad y paternidad, y el control de los precios de los medicamentos.
Todas esas victorias, sin embargo, tienen una consecuencia: la izquierda considera ahora que el plan es demasiado modesto y, por tanto, inaceptable. Biden quiere un acuerdo este fin de semana, para firmar la ley a su vuelta de su gira europea. Está en juego su legado político y, también, las posibilidades de los demócratas de mantener sus mayorías en la Cámara de Representantes y en el Senado en las elecciones de 2022. Y, en último término, la reelección del presidente. Por ahora, sin embargo, el futuro de ese plan parece tan confuso como el de la recuperación post-Covid de EEUU.
POLÍTICA
Por Dr. Marcelo Arboleda Segovia
Editor en Jefe de Ecuador News
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