El costo de nuestra traición a Assange
El costo de nuestra traición a Assange
Según Paul C. Roberts, ex Secretario de Finanzas de Reagan, el Reino Unido se encuentra bajo la influencia del gobierno corrupto de Washington, cuyas acciones criminales fueron desenmascaradas por Julian Assange. Pese a que arbitrariamente se nieguen obedecer el mandato internacional de la ONU, de que su detención va contra la Declaración Universal de Derechos Humanos, “el gobierno criminal de Washington no permitirá poner en práctica la decisión de la ONU”, pues esa negativa beneficia a las autoridades de EEUU. ¿Qué sucede? Sucede que Inglaterra y la Unión Europea se han convertido en vasallas y actúan bajo presión de EEUU, que pretende pudrir en la cárcel a Assange, cuyo único delito es haber divulgado en WikiLeaks la verdad sobre las matanzas de mujeres, ancianos y niños, cometidas en las guerras de Afganistán, Iraq, Siria y acerca de la prisión de la base de Guantánamo, así como informes diplomáticos que desvelan crímenes de guerra y otros abusos de oficiales y autoridades estadounidenses.
El acoso a Assange es un ataque a la libertad de expresión, no es otra cosa que la venganza de EEUU por la revelación de verdades incómodas sobre su realidad. Las organizaciones periodísticas consideran que se trata de una agresión sin precedentes al periodismo y condenan la decisión de extraditarlo, debido a sus implicaciones para el futuro de la libertad en todo el mundo. “Ha llegado la hora de poner fin a más de una década de persecución, de una vez y para siempre. Es hora de poner en libertad a Assange”, afirman. Kristinn Hrafnsson, director de WikiLeaks, dice: “Se trata de la nación donde individuos al más alto nivel en Langley, Virginia, en la CIA y en la Casa Blanca contemplaron secuestrar o matar a Julian Assange”.
Sajid Javid, que fungía de Ministro del Interior del Reino Unido, país que se jacta de ser el baluarte de la defensa de los derechos humanos, declaró: “Hay una solicitud de extradición de Estados Unidos que se presentará mañana ante los tribunales, pero ayer firmé la orden de extradición y la certifiqué, porque quiero que se haga justicia en todo momento”. Posteriormente, Paul Goldspring, juez de la Corte de Magistrados de Westminster, remitió a Priti Patel, ministra del interior del Reino Unido, una orden para que se tramite y se concrete la extradición de Assange a EEUU, país que lo reclama para juzgarle por diecisiete presuntos delitos en violación de la Ley de Espionaje de 1917, y uno de intromisión informática. ¡Qué bajo ha caído la legalidad en esos países!, inferior a la de la inquisición.
Toda esta mojiganga sucedía al mismo tiempo que el Presidente Biden anunciaba su iniciativa de renovación democrática, que asigna 424.4 millones de dólares para “defender, sostener y desarrollar la resiliencia democrática en el mundo y apoyar los medios libres e independientes”. Suena bonito, pero Edward Snowden, excontratista de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU, al condenar el fallo de la justicia británica, hizo notar que “Julian Assange es uno de los presos políticos que cumple la sentencia más larga en el mundo occidental. Todos los niveles del caso contra él han sido atravesados por la corrupción y el abuso del proceso”.
A Assange le acusan de conspiración para cometer intrusión de computadora, en complicidad con Chelsea Manning, porque aceptó conseguir la contraseña de una computadora del gobierno de EEUU para obtener documentos clasificados, acusación por la que podría ser condenado a cinco años de prisión, pero si añaden el cargo de espionaje, lo podrían condenar a la pena máxima. Ahora salen con el domingo siete de que en Estados Unidos no le sentenciarán a la pena capital sino, únicamente, a unos 175 años de prisión. No dicen de reclusión rigurosa, porque allá todos los presidios lo son. ¡Qué magnánimos, por algo se consideran ungidos de Dios!
Lo cierto del caso es que esa miserable gente que persigue a Assange se ha convertido en un basilisco desde que Manning le entregó 250.000 cables diplomáticos, 400.000 documentos de la guerra de Irak, 490.000 de la guerra de Afganistán y cerca de 1.000 sobre los detenidos en la cárcel de la Base Naval de Guantánamo.
Manning informó a Assange que otros documentos importantes estaban almacenados en el ordenador del Departamento de Defensa, pero que no tenía la clave de acceso, y le preguntó si él la podía conseguir. Assange no consiguió la clave del computador mencionado y ahora es acusado de un delito no cometido; y si la hubiera conseguido, tampoco hubiera cometido delito alguno, por tratarse no de información secreta sino de datos sobre actividades ilegales. Pero, según los fiscales de Virginia, la sola oferta de Assange es conspiración, acusación jalada de los cabellos porque todo periodista serio de EEUU hace lo que hizo Assange y lo protege la Constitución de dicho país.
En este caso, la verdad juega un rol muy importante, porque cuando Daniel Ellsberg, ex analista de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, entregó a diecisiete periódicos estadounidenses los llamados Pentagon Papers, un estudio sobre las decisiones del gobierno de Johnson relacionadas con la guerra de Vietnam, que el Pentágono había clasificado de top secret, el The New York Times escribió: “Demostraron, entre otras cosas, que la administración Johnson había mentido sistemáticamente, no sólo al público sino también al Congreso, sobre un tema de interés nacional trascendente e importante”. Vale la pena recalcar que la Corte Suprema permitió que el The New York Times publicara los Pentagon Papers, fallo que ha sido llamado “pilar moderno de los derechos de la Primera Enmienda”, que prohíbe la creación de cualquier ley que reduzca la libertad de expresión o vulnere la libertad de prensa. Posteriormente, Ellsberg sería galardonado con el Premio Right Livelihood.
El caso de Assange es casi idéntico, sólo que ahora fue Chelsea Manning quien entregó a Assange los documentos clasificados que el The Guardian, Der Spiegel, Le Monde, El País y The New York Times publicaron gustosos como información exclusiva, para luego distanciarse de él, y el video del ejército conocido como “asesinato colateral en Bagdad”, en el que se ve disparar desde un helicóptero de EEUU a periodistas de Reuters y civiles de Iraq. Sin duda, ambos casos están protegidos por la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, protección que puso en duda el Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, quien dijo: “La extradición de Assange ha puesto al descubierto la naturaleza hipócrita de la libertad de expresión y de prensa en EEUU, mejor que las revelaciones de WikiLeaks… Lo que le sucede a Assange muestra que, para EEUU exponer las llamadas atrocidades de otros países es heroico, mientras que revelar los escándalos de EEUU es criminal”. Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, añadió: “Parece que cualquiera puede disfrutar de la libertad de prensa y la libertad de expresión, pero no de la libertad de criticar y exponer los crímenes y fechorías cometidos por EEUU, de lo contrario estará entre rejas como Assange”.
María Zajárova, portavoz de la Cancillería de Rusia, dijo: “La Corte de Magistrados de Westminster interpretó la escena final en la farsa titulada La Justicia Británica. Corresponde al Ministerio del Interior británico poner un punto formal en este proceso vergonzoso”. La diplomática definió como una catástrofe la orden de extradición. “A estas alturas, lo único que podría detener la extradición y la prisión del activista al país norteamericano sería una intervención del Papa Francisco”. Calificó de una especie canibalismo la actitud de Occidente contra Julian Assange, que tiene como objetivo exterminar al conocido periodista. “Aquí no se está hablando ya de dobles raseros y ni siquiera de pisotear altos principios e ideales. Se trata del exterminio de una persona, de la venganza por su postura, por su valentía y porque él consideró necesario, aun comprendiendo aparentemente los posibles riesgos, compartir con el mundo una importante información, que arroja luz sobre las mentiras y engaños de toda una serie de Estados… Este vergonzoso veredicto en el marco de un caso político contra un periodista y activista social es otra manifestación de la mentalidad caníbal del dúo anglosajón, que celebró así el Día Internacional de los Derechos Humanos y el fin de la Cumbre por la Democracia”.
En cambio, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, dijo: “Respetamos el fallo de los tribunales del Reino Unido y como país daremos todas las facilidades que correspondan, de acuerdo con aquel fallo”. No podía ser de otra manera, pues siempre los ecuatorianos estuvimos dispuestos a traicionar a Assange y, para disimular dignidad, solicitamos garantías de que no sería extraditado a un país en el que pudiera sufrir torturas o pena de muerte, lo que el gobierno de Inglaterra confirmó por escrito. Sólo falta recordar que no hay mejor cornudo que aquel que porta cuernos con mucho orgullo.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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