El Cotopaxi y la irrupción política
Por Miguel Rivadeneira Vallejo
El proceso de actividad del volcán Cotopaxi debiera merecer mayor atención y preocupación para estar preparados y prevenidos ante cualquier acción que pudiera desencadenarse. Los científicos y técnicos serios no pueden predecir pero lo advierten como un escenario posible, sin fechas en el calendario. Por el momento, con una actividad moderada, pero esa es la fotografía de hoy.
Igual que en la política, no se puede predecir lo que pudiera pasar mañana en el país, debido a los afanes desestabilizadores y las amenazas permanentes de nuevas acciones de la mayoría de partidos y movimientos que tienen representación en la Asamblea, que buscan pescar a río revuelto, lo cual resulta repudiable, pero esto, en medio de la debilidad institucional, no le exime de responsabilidades al gobierno de turno, que ha cometido errores.
Si bien los técnicos y científicos que siguen la actividad del Cotopaxi advierten el estado actual moderado del volcán, en política preocupa las pretensiones de grupos golpistas, que patrocinan nuevas acciones, que no solucionarán los acuciantes problemas de los ecuatorianos por los que dicen trabajar. Al contrario, los agravarán. La situación del Cotopaxi obliga a una acción permanente, con una tarea concertada del régimen central y los gobiernos locales, partiendo de un hecho fundamental: el plan del ordenamiento territorial nacional, que deriva a lo local. Más aún cuando hoy existen alcaldes electos que prometen regularizar de un plumazo y de manera prioritaria los asentamientos irregulares. Cuánto se arregla con eso cuando las amenazas de los fenómenos naturales están latentes y los problemas de fondo, incluso de los necesarios reasentamientos, no han sido solucionados. No solo de unidades familiares sino, lo que es más grave, de centros hospitalarios públicos asentados en Latacunga en zonas peligrosas y de riesgo, a pesar de las advertencias y recomendaciones técnicas, pero lo hicieron durante la década de la revolución ciudadana, con los consiguientes
OPINIÓN
Miguel Rivadeneira Vallejo
Columnista Invitado
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