Moscú 1941, la primera derrota de Alemania Nazi
Por Rodolfo Bueno
El 22 de junio de 1941, Alemania nazi, y una coalición conformada por la mayoría de estados de Europa y numerosos voluntarios del resto del planeta, invadió la Unión Soviética. Las Fuerzas Armadas de Alemania nazi, la Wehrmacht, atacaron desde el mar Ártico, en el norte, hasta el mar Negro, en el sur; un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión. Era un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada alemana. Comenzó la Gran Guerra Patria, tal como se conoce la participación de la URSS en la Segunda Guerra Mundial. El 5 de diciembre de 1941, la Wehrmacht sufrió en las puertas de Moscú su primera derrota militar.
El 18 de diciembre de 1940, Hitler firmó la orden para desarrollar el Plan Barbarossa, elaborado para derrotar a la URSS en tres o cuatro meses. La Blitzkrieg, que tan buenos resultados le había dado hasta entonces, fue la estrategia de guerra que utilizó en la URSS; consistía en concentrar la mayor cantidad de fuerzas en zonas bastante estrechas del frente, con lo que adquiría absoluta supremacía, tanto de soldados como de maquinaria bélica. De esta manera, los soldados penetraban en lo profundo de las líneas enemigas y bajaban la moral combativa de sus adversarios, muchos de los cuales se rendían, dominados por el pánico.
Hitler ordenó ejecutar el Plan Barbarossa cuando para la Wehrmacht trabajaban cerca de 6.500 centros industriales de Europa, con más de tres millones de obreros, y Alemania poseía aproximadamente dos veces y media más recursos que la URSS, lo que la convertía en la más poderosa potencia imperialista del planeta.
A diferencia del conflicto en Europa y la correspondiente ocupación, Alemania desató en la URSS una guerra de exterminio contra los pueblos eslavos, gitanos y judíos, que para los nazis eran de raza inferior y ocupaban un espacio vital que les pertenecía a ellos, que se creían de raza superior; por eso, el elevado número de civiles muertos y los crímenes horripilantes que hubo en los territorios ocupados de la URSS, algo que no pasó en el resto del continente. Lo dicho permite comprender por qué muchos millones de soviéticos murieron de inanición en este conflicto, pues eso no era un problema para Alemania nazi, que creyó innecesario alimentar a los prisioneros de guerra de la URSS, a su población civil y a millones de judíos soviéticos, que fueron gaseados en los campos de muerte como Auschwitz, Maidanek y muchos otros más; fueron exterminados por hambre, congelación y otras causas más de tres millones de prisioneros de guerra soviéticos, a los que trataron de untermensch, en alemán subhombre.
Un oficial húngaro, el Dr. Sulyork, escribe en “Dos noches sin día”, que “tras las alambradas de la guarnición de Rovno había docenas de miles de prisioneros rusos agonizantes, que no podían ponerse de píe, de rostros chupados y ojos hundidos en cuévanos. Morían por centenares cada día y los que aún conservaban un resto de energía los arrojaban a un gran pozo”.
La agresión de Alemania contra la URSS era esperada, pero las fechas notificadas por los servicios secretos soviéticos sobre su inicio no coincidían, algunas eran reales y otras erróneas. La “Orquesta Roja” informó a Moscú que “la cuestión del ataque armado contra la Unión Soviética estaba decidido”; Harro Schulze-Boisen, sobrino del Almirante Tirpiz y funcionario del Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas de Alemania, comunicó: “La cuestión de la agresión de Alemania a la Unión Soviética definitivamente está decidida. Su comienzo debe esperarse próximamente”; desde el Japón, Richard Sorge comunicó que la guerra se iniciaría a finales de junio; Zoia Voskresenskaya relata en “Ahora puedo contar la verdad”, que el conde Von Schulenburg, Embajador de Alemania en la URSS, dio una recepción poco antes del comienzo de la Gran Guerra Patria, en la que la invitó a bailar. Mientras bailaban, el embajador la hizo pasar disimuladamente por distintas salas, y Zoia cayó en cuenta de que la embajada iba a ser evacuada, pues las salas y los despachos estaban atiborrados de maletas, cajas y los armarios estaban vacíos, lo que confirmaba la información que tenía el servicio de inteligencia soviético. Horas después, Zoia comunicó lo que había visto a su superior, que, a su vez, informó a Stalin.
Todo esto se sabía, pero no había cómo contener a la Wehrmacht, que tenía el mayor poder destructivo conocido hasta entonces. El alto mando alemán estaba tan seguro del éxito del Plan Barbarossa que para después de su cumplimiento planeaba, a través del Cáucaso, la toma de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas planificaban encontrarse con las japonesas; esperaba también que se les unieran España, Portugal y Turquía. Dejó para después la toma de Canadá y EEUU, con lo que Alemania lograría el dominio total del mundo.
No se cumplieron estas expectativas, porque, a diferencia del resto de Europa, la Wehrmacht encontró en Rusia una resistencia que no esperaba. El General Galdera, jefe de Estado Mayor de las tropas terrestres de Alemania, escribió: “Los rusos siempre luchan hasta la última persona”. Hitler habría ganado la Segunda Guerra Mundial si hubiera contado con la disciplina, el espíritu de combate, la organización, el patriotismo, la productividad, la valentía y otras características incomparables de los rusos. Vale la pena recalcarlo ahora que algunos malintencionados despotrican contra Rusia.
El resultado de la contienda habla meritoriamente a favor de los rusos: de las 783 divisiones alemanas derrotadas en todas las batallas, 607 lo fueron en el frente ruso, donde también se abatieron 77.000 aviones, se destruyeron 48.000 tanques y 167.000 cañones, así como 2.500 navíos de guerra. El 75% del poderío militar de la Werhmacht fue destrozado en la entrañas de la Unión Soviética, lo que significó el descalabro completo de Alemania nazi.
Desde el inicio de la guerra, el gobierno soviético emitió órdenes para trasladar lejos del frente a la población civil e instalaciones industriales, y el pueblo soviético se aglutinó a su alrededor bajo la consigna: “¡Todo para el frente, todo para la victoria!” Nadie permaneció indiferente. Con el fin de defender a la patria socialista y en aras de la libertad, los trabajadores laboraron sin descanso, los poetas escribieron poemas motivadores, los compositores crearon música inspirada, los artistas se presentaron en todos los frentes, los campesinos cosecharon los mejores frutos de la tierra, los ingenieros crearon novedosos armamentos y los soldados entregaron su vida; sin embargo, su ejército experimentó amargas derrotas durante las primeras jornadas de la guerra y la mancha parda llegó a pocos kilómetros de Moscú.
Nada parecía capaz de detener a este monstruo apocalíptico, cuyas botas habían pisoteado casi toda Europa. Pero el 7 de Noviembre de 1941, la Wehrmacht no pudo desfilar por la Plaza Roja de Moscú, tal como lo había planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético, para después marchar al frente de batalla; seguían el ejemplo del Mayor Klochkov, que se arrojó bajo un tanque alemán con granadas en las manos mientras exclamaba: “Aunque Rusia es inmensa, no hay a donde retroceder, ¡detrás está Moscú!”
Sobre la Batalla de Moscú, el General MacArthur escribió: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.
Luego de las Batallas de Stalingrado y Kursk, del desembarco en Normandía y de que la URSS liberara una veintena de países del yugo nazi, las tropas del Ejército Rojo entraron en Berlín e izaron la bandera soviética en el Reichstag, el parlamento alemán. Finalmente, el 9 de Mayo de 1945 terminó una guerra, que en el frente oriental duró 1.418 días. Esta fecha es sagrada para Rusia, porque para conseguir la victoria se inmolaron 27 millones de sus hijos, 60 millones fueron heridos, quedaron destruidas 1.710 ciudades, 32.000 empresas industriales, 66.000 Km de vías férreas, una pérdida de más del 30% de la riqueza nacional de la Unión Soviética, unos tres billones de dólares en valor presente. Gracias a este sacrificio, la humanidad está libre del dominio imperial con el que Hitler soñó para un milenio.
La Segunda Guerra Mundial dejó cambios profundos en la consciencia colectiva del género humano. La victoria del 9 de mayo de 1945 es la más grande epopeya de todos los pueblos por conquistar el derecho a la vida, contra el fascismo, que es su negación. Esta lucha no ha concluido mientras subsistan en el seno de nuestras sociedades el racismo, el chovinismo, la intolerancia y el militarismo, banderas bajo las cuales se ocultan los mayores enemigos de la especie humana. ¡Gloria eterna a quienes lucharon y luchan contra el nazi-fascismo!
OPINIÓN
Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
Para ver más noticias, descarga la Edición