La tercera guerra mundial
Por Monseñor Julio Parrilla
La guerra en Ucrania es una batalla perdida para la humanidad. Primero por el sufrimiento y la muerte de tanta gente (especialmente muchachos jóvenes) que son enviados al frente como ovejas al matadero. El dolor de las familias tiene que ser indecible. Segundo, por las confrontaciones latentes de las potencias mundiales que nos recuerdan de forma desvergonzada quién realmente manda en este planeta y mueve la noria del poder. Tercero, por la incapacidad ética de poner el valor y la dignidad de la vida humana en el centro de la economía, la política, los valores, … Y cuarto, por las puertas que deja abiertas al rencor, al odio, a las guerras interminables como forma de “resolver” nuestros conflictos. La amenaza nuclear no es el cuento de caperucita.
Con la sabiduría que le caracteriza, el Papa Francisco habla de “la tercera guerra mundial”. Convencido de que, “cuando los imperios, tanto de un lado como de otro, se debilitan, necesitan hacer una guerra para sentirse fuertes y vender armas”. Si durante un año el mundo dejara de producirlas puede que el hambre desapareciera del planeta.
En este tiempo, ha tenido un gran eco el conocimiento de que el Vaticano, a través de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, cuenta con un Plan de Paz que ofrecer a Kiev y a Moscú. Un plan que, en primer lugar, propone “la neutralidad de Ucrania, que renunciaría a formar parte de la OTAN, pero entraría en la Unión Europea. Luego, un sistema de garantías internacionales sobre la soberanía, la independencia y la integridad territorial del estado ucraniano”.
Consciente de que estamos ante una “guerra global”, el Vaticano pide apostar por nuevas reglas de gobernanza mundial, lo cual afecta directamente a las reglas de juego que hoy mantiene la ONU. Pero ahora urge terminar con esta barbarie y, quizá, encomendar a un mediador apartidista, sensato y respetable una propuesta de negociación creíble.
Comprendo que el tema de la oración no entra en los cálculos de los “políticamente correcto”, pero acojo con gusto el pedido del Papa: “Recen por la paz”. La oración ilumina el corazón de los necios.
OPINIÓN
Monseñor Julio Parrilla
Especial para Ecuador News
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