El eslabón más débil
Farith Simon
Como siempre, los políticos quieren utilizar el derecho penal para aparentar que enfrentan problemas sociales graves, como el delito y la delincuencia. El «populismo penal” se expresa en el aumento de las penas, la creación de nuevos delitos y, casi siempre, en el intento de reducir la edad de inimputabilidad penal. Se sabe que esto no es eficaz: incrementa la sensación social de ineficacia del sistema penal y de impunidad, castiga desproporcionadamente a los más débiles porque, entre otros efectos indeseados, hace que las bandas criminales utilicen a niños y adolescentes de edades cada vez más bajas.
Pese a que el país tiene compromisos internacionales que impiden la disminución de la edad, son reiterados los intentos por bajarla; tampoco les importa la evidencia de que la disminución de la edad y el incremento de penas no conlleva la reducción de los delitos; una y otra vez se repite el mismo discurso, perdiendo de vista que solo una combinación de medidas preventivas, como la mejora en el acceso a derechos básicos, creación de oportunidades y opciones de futuro, es lo que puede tener un impacto en la disminución de la participación de niños y adolescentes en los delitos. Abogar por la no rebaja de la edad de inimputabilidad no es una forma de paternalismo ingenuo; no se trata de minimizar su participación, creer que es irrelevante o que todo delito cometido por un menor de edad es un “error” por la inmadurez; al contrario, es abogar por un mejor sistema de justicia, por instituciones de internamiento, en los casos en que esto se justifique, y por programas alternativos a la privación de la libertad, que sirvan de verdad para reintegrar socialmente, no solo como una suerte de bodegas para quienes son el eslabón más débil en la sociedad, que se encuentran atrapados entre un discurso proveniente del retribucionismo hipócrita de unos, y las bandas criminales que crecen en contextos de exclusión, pobreza y desesperanza.
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