Despierten por la paz
Miguel Rivadeneira Vallejo
La esperanza activa nunca se pierde. Activa si se trabaja para conseguir la paz y no se espera pasivamente que llegue, sin sacrificio ni aporte para su logro, que no se va a conseguir. Los acuerdos entre dirigentes y actores políticos, sociales e indígenas no se avizoran y por ello no puede desmayarse en la lucha porque el momento es serio y demanda el aporte de todos los sectores.
El Ecuador está asediado por la delincuencia organizada y la corriente política que arremeten con violencia en Latinoamérica en busca de la toma del poder, sin importar las consecuencias, en medio del desinterés e indiferencia ciudadana. Sus paradigmas son las dictaduras de Venezuela, Nicaragua, Cuba. Todos iguales en la miseria (menos los dirigentes del partido único), sin derechos ni libertades. Argentina es otro ejemplo de fracaso del modelo, con una crisis económica profunda, una inflación sobre 100 (Ecuador entre 2 y 3%), que se refleja en los altos precios de los productos de primera necesidad y el descontento ciudadano con sus dignatarios. ¿Se quiere ir a un modelo así, en donde se pondría en riesgo la dolarización cuando promueven moneda única en la región?
Frente a la irresponsabilidad de los dirigentes por construir consensos y hacer cesiones de parte y parte, los ciudadanos están llamados a despertar, organizarse y luchar porque la violencia no se imponga y trabajen por la consecución de acuerdos mínimos en paz. Impulsar liderazgos nuevos y distintos de los actuales, que no actúan con equilibrios emocionales y democráticos, que se acostumbraron a servirse del país y que le tienen bloqueado al país. ¿Dónde está la academia, las élites y todos los sectores sensatos?
No puede ser que una minoría política, que gana elecciones por el sistema perverso que se ha construido con la dispersión de organizaciones, se pueda imponer a la gran mayoría, que vive dividida y le importa poco el futuro. Aún cuando resulte casi utópico los acuerdos y los consensos de los buenos, los sueños y la esperanza no pueden diluirse.
OPINIÓN
Miguel Rivadeneira Vallejo
Columnista Invitado
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