Un país de muertes cruzadas
Por Monseñor Julio Parrilla
Más allá de la medida constitucional vivimos permanentemente con la muerte en los talones, con una democracia siempre amenazada por la codicia política de quienes están dispuestos a todo con tal de hacerse con el poder. Dudo que la muerte cruzada sea la respuesta política a la gran crisis que padecemos, pero me pregunto que más podía hacer el Presidente del gobierno, salvo abandonar el barco y servir el poder en bandeja de plata a una oposición hambrienta y deseosa de sentar sus reales posaderas en Carondelet.
¿En qué se convirtió la Asamblea Nacional?
Simplemente en un organismo desestabilizador de la institucionalidad. Es curioso que esa ha sido siempre la intención de todos los malos de esta película de terror en la que se ha convertido el Ecuador. Cierto que es difícil gobernar un país con menos del 20% de los votos; pero cierto es que es imposible hacerlo con el rechazo permanente de la Asamblea a cualquier iniciativa del ejecutivo. Al final, la única pretensión era derrocar al Presidente y tomar el poder como fuere, aunque hubiera que meter en la cama al enemigo. La ambición del poder provoca matrimonios insospechados.
La muerte cruzada como desenlace del juicio político era un escenario previsible, tal como estábamos viviendo, en un constante estado de conspiración, con una Asamblea incapaz de desatascar la situación y un pueblo dejado a la deriva.
Y ahora, ¿qué toca? En lo jurídico la propia Constitución marca el camino y el pueblo, una vez más, tendrá la palabra. Pero hay inquietudes evidentes que no podemos despreciar: el propio desprestigio de la política, la anemia de las instituciones, la crisis económica, el desencanto y la desconfianza del pueblo, la tentación de una deriva autoritaria. Es triste decirlo, pero mientras los políticos se reparten el pastel, al pobre y sufrido pueblo ecuatoriano le toca, una vez más, sobrevivir.
Puede que algún día la brecha que separa a los políticos y al pueblo se acorte o desaparezca. Por el momento no es así. Conviene estar atentos a que la muerte de la democracia no se nos cruce en el camino
OPINIÓN
Monseñor Julio Parrilla
Especial para Ecuador News
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