DESVALORIZACIÓN A LOS DOCENTES Y DEFICIENTE MALLA CURRICULAR
Por Holguer Mariano Jara
Falla la educación y la crisis se expande: crisis económica, de confianza, institucional, crisis política, social, cultural, familiar, educativa, de valores, al fin, crisis por todos lados.
Desde este año lectivo, los estudiantes tendrán una nueva malla curricular, lo más relevante la inclusión de nuevas materias como Ética y Cívica, pero no se moderniza el pénsum de estudios, la metodología, la infraestructura, la capacitación; en otras palabras, se trabaja con las mismas herramientas del siglo pasado.
Se derogó el Acuerdo Ministerial 063A, mediante el cual, los estudiantes de segunda a séptimo de básica tenían la posibilidad de perder un año lectivo por calificaciones. Hoy, ya no perderán por bajas calificaciones, sino por problemas de aprendizaje o por la inmadurez cognitiva. Sin embargo, los padres de familia y los directivos serán quienes decidan si es necesario que un alumno repita el año lectivo. (para ripley)
Todo gobierno mete la mano al sistema educativo ecuatoriano, como mejor le parece, pero ninguno cubre las expectativas y necesidades. Todo se maneja “políticamente”, no hay técnicos expertos en educación, no se cuenta con laboratorios de análisis y evaluación. Se designan autoridades sin ninguna experiencia a espaldas, solo deben tener el carnet de afiliación al partido político del gobierno, haber participado en la campaña electoral, o tener apellido europeo.
La educación funciona bastante mal en nuestro país. Vivimos en crisis y la educación está llamada a redimirnos, a romper las cadenas que nos unen al atraso, a salvarnos de la adversidad, a empujarnos a un futuro de felicidad y bienestar. El desinterés permea cuestiones relacionadas con los estudiantes, los familiares, la frágil motivación de los docentes en su praxis pedagógica, la inseguridad, pobreza y la propia institución escolar.
Las altas tasas de pobreza de aprendizaje son una señal temprana de que los sistemas educativos no logran garantizar que los niños y jóvenes, desarrollen habilidades fundamentales y, por lo tanto, están lejos de alcanzar y en muchos casos no están en camino de hacerlo; la meta del gobierno con estas derogatorias de acuerdos ministeriales pone más distante una eficiente educación.
La pobreza del aprendizaje constituye, además, una grave amenaza para el futuro de toda una generación. Para revertir la tendencia a largo plazo, se precisan coaliciones nacionales y deben incluir a familias, educadores, sociedad civil, comunidad empresarial y todos los ministerios, si queremos cambios objetivos y a largo plazo.
Vale recordar que, la inacción de esta crisis educativa hipoteca el futuro de toda una generación. Sin embargo, a todos nos une un súper poder: nuestra firme creencia en el potencial transformador de la educación para cambiar vidas y hacer sociedades más justas.
No deja de ser sorprendente la unanimidad que concita la docencia para atraer, contra sí, las iras, los arrebatos, el furor y la indignación de todos los que se aventuran a opinar sobre el presente y el futuro de la educación.
Para opinar sobre las políticas públicas de salud hay que haber estudiado el tema. Para opinar sobre educación basta con leer el periódico o escuchar a un especialista en banalidades que, con superficialidad pasmosa, dice lo que piensa sobre una institución y un enorme número de trabajadores y que sospecha conocer, apoyándose simplemente en la fuerza mistificadora del sentido común. A muchos docentes, se los desvaloriza y humilla cotidianamente, en una especie de amnesia de génesis que borra las causas de todas las crisis.
La docencia es una profesión que se ejerce, en la mayoría de los casos, por personas que aman su trabajo, que dedican un esfuerzo enorme a sus tareas, que tratan de múltiples formas de mejorar, de capacitarse y de formarse para ser, cada día, mejores. Personas que respetan profundamente a los niños, jóvenes y adultos; personas que despiertan cada día para cumplir su jornada dignamente, para ayudar con su labor a construir un mundo mejor.
Los docentes, a diferencia de otras profesiones, ejercen de manera tortuosa una especie de corporativismo invertido. A pesar de las acusaciones de que los trabajadores de la educación sólo defienden sus intereses y ocultan sus problemas bajo estrictos secretos de sumario, la docencia es una profesión que se muestra públicamente mucho más adepta a evidenciar sus errores que a disimularlos.
Rara vez se denuncia el corporativismo de los economistas, del clero, del ejército, de la prensa, los médicos, o de los grandes empresarios. Pero siempre se va contra de la docencia. Quizás sea fruto de una inevitable ingratitud o la trama de una desmemoriada condena al desprecio por el presente, por lo que tienen y por lo que han sabido construir colectivamente. Y si, siempre lo fue, respetemos a los docentes que trabajan en las escuelas, colegios y universidades, reconociendo en ellos la herencia de un futuro que nos hará mejores, más humanos, más solidarios, más generosos y libres.
En Ecuador miles de niños y jóvenes, no asisten a la escuela, colegio o universidad, especialmente por la falta de infraestructura, la pobreza. Este fenómeno está acentuado entre los grupos desfavorecidos como las comunidades indígenas, habitantes marginales, discapacitados y la población rural. Por su parte el Estado, cierra los ojos a la realidad y cada día que pasa, se posterga el presente y se incinera el futuro de la niñez y juventud ecuatoriana.
OPINIÓN
Holguer Mariano Jara
Especial para Ecuador News
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