MILES DE HECTÁREAS DEL CAJAS QUEMADAS
Por: ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
Mientras la cumbre Iberoamericana se desarrollaba en Cuenca, allí, en las inmediatas cercanías se desarrollaba un drama que desafortunadamente continúa, la quema de miles de hectáreas, se calcula que más de 7.000, se quemaban de manera absurda en ese santuario maravilloso de la naturaleza que es la zona del Cajas.
Poblada de lagunas, repleta de vegetación autóctona, con una biodiversidad de montaña, de pajonal, esa reserva de una belleza extraordinaria desapareció, fue consumida por el fuego que, según lo que se dice, inclusive por parte de sus autoridades, surgió en medio de una estación dramáticamente seca, pero probablemente por la intencionalidad de sujetos desaprensivos que cometieron estos actos criminales.
La situación no tiene retorno, el daño está hecho. Las víctimas son la biodiversidad, la naturaleza, las especies que murieron achicharradas, pero también los seres humanos que viven en la zona y que perdieron sus pertenencias, su fuente de vida y sus ingresos.
Toca a las autoridades competentes establecer las responsabilidades, castigar con toda la dureza de la ley, para que sirvan de acciones ejemplarizadoras en contra de autores intelectuales y materiales. Pero toca también replantearse la forma en la que se interactúa con la naturaleza, cómo reforestar con las plantas y especies autóctonas y como se cuida ese patrimonio para evitar que se repitan situaciones a futuro.
El Cajas está muy adentro en el corazón de los cuencanos y azuayos, lugar de paseos y de recorridos, de acampadas, de peregrinaciones para impetrar los milagros a la Virgen del Cajas, espacio de turismo comunitario, familiar. Todo eso evoca el Cajas en nuestra memoria y recuerdos. Y nos duele lo que allí ocurre.
Se necesitarán muchos recursos humanos y económicos para reparar una parte del daño causado. Se necesitará tiempo para recuperar lo que ya no está. Se necesitará también un ejercicio permanente de memoria para evitar que esto vuelva a ocurrir.