LAS RAZONES DE PUTIN Y TRUMP
El 8 de diciembre de 1991, Gorbachov anunció la disolución de la URSS, hecho que fue la mayor calamidad social del siglo XX, pues generó la desintegración del sistema socialista de Europa y la eliminación física de millones de sus habitantes, debilitó las organizaciones obreras del mundo, rompió el equilibrio geopolítico del planeta mantenido desde la derrota del nazi-fascismo y posibilitó la actuación de los países imperialistas con la absoluta desfachatez actual.
La desintegración de la URSS fue acompañada de la destrucción de sus fuerzas armadas, de su seguridad social, de la disminución del nivel de vida de su población y del deterioro de su sistema educativo y de su industria. En particular, Rusia se volvió paupérrima, su mortalidad creció tanto que en menos de diez años su población disminuyó en más de diez millones de habitantes. Y no sólo eso sino que, de un día para otro, decenas de millones de rusos se volvieron extranjeros en países de la ex URSS donde habían nacido; extranjeros que en adelante fueron tratados como parías sin derechos, sin que ningún organismo internacional velara por sus vidas, realmente amenazadas.
La nueva clase que tomó en el poder en la ex URSS fue fruto de la decadencia moral de los herederos de la vieja guardia bolchevique; sus intereses de rapiña coincidían con los de los funcionarios de las más altas esferas del Estado, de la delincuencia común y del crimen organizado. Con el pretexto de las privatizaciones, obtuvo por una bagatela las riquezas de la sociedad, en una época dorada para los intereses de esos buitres hambrientos. El ciudadano común fue engatusado por sus “libertadores”, que se adueñaron del producto del sacrificio de una gran parte del mundo, que alguna vez soñó con tomar el cielo entre sus manos. ¡Para qué realizar una revolución sangrienta! ¡Para qué ganar grandes batallas de la más cruenta guerra de la historia! ¿Para que unos cuantos vivos se levanten con el santo y la limosna? ¿Para que los nuevos dueños del sistema productivo se repartieran el resultado del esfuerzo de millones de trabajadores, que se sacrificaron durante una buena parte del siglo XX?
Todo lo pasado explica porque en la actualidad Rusia es hoy lo que es. Sucedió que un sector de Occidente le declaró una guerra que debía concluir con su muerte y el reparto de sus despojos entre las hordas vencedoras. Casi logran esta finalidad con la desintegración de la URSS, pues Rusia pasó a ser gobernada por testaferros que respondían a intereses foráneos. A buena hora, el 24 de marzo de 1999, Primakov, Primer Ministro de Rusia, volaba hacia EEUU para negociar un préstamo del FMI, pero, luego de ser informado por Al Gore, entonces vicepresidente de EEUU, de que la OTAN “en estos mismos minutos” estaba bombardeando Yugoslavia, ordenó dar la media vuelta al avión y regresar a Moscú. Esta decisión fue el punto de inflexión en las relaciones entre Moscú y Washington. A pesar de los desesperados intentos de Al Gore por persuadir a Primakov de dar marcha atrás en su decisión, el primer ministro ruso se mantuvo firme. “Si hubiera aceptado las condiciones de Gore, habría sido un auténtico traidor”, declaró Primakov.
Así, de esta manera, Yeltsin, molesto ante tanto engaño, recuperó la cordura y delegó el poder a Vladímir Putin. ¿Qué cambió? Todo. Cuando Putin asumió la presidencia de Rusia, recuperó los sectores estratégicos de la economía, que luego de la caída de la URSS habían sido privatizados, mejor dicho robados por mafiosos devenidos en oligarcas. En Putin, las fuerzas imperiales de Occidente encontraron la horma de su zapato, pues él, para evitar que su país se desmoronara, creó el Ministerio de Seguridad, su bastión básico de apoyo. Desde ahí profundizó la persecución a los oligarcas, aliados a las mafias, que desde la Perestroika habían saqueado y hambreado Rusia.
Al mismo tiempo, ¿qué había pasado en Occidente? Que un puñado de plutócratas había acaparado el poder político de EEUU. No hace mucho, Elon Musk dijo que el Partido Demócrata estaba secuestrado por extremistas. Aunque él no lo dijera, este secuestro se dio a partir del 9/11, cuando buena parte del poder en Occidente fue tomado por los neocon, un sector de la ultraderecha de EEUU. Los neocon postulan que para que EEUU mantenga su supremacía sobre el mundo deben primero destruir a Rusia y luego, a China; vendieron la idea de derrotar a Rusia mediante drásticas sanciones económicas, la misma que UE y el G(7) aceptaron sin razonar ni chistar.
Antes de ganar su segunda presidencia, Donald Trump sostuvo que el establishment de la política exterior de EEUU intenta meter al mundo en un conflicto con Rusia, sobre la base de la mentira de que este país es la mayor amenaza para la civilización occidental, pero que la mayor amenaza no es Rusia, sino las fuerzas globalistas, que persiguen a monstruos y fantasmas en el extranjero, para distraernos del caos que crean en casa. Advirtió que el gobierno de Biden arrastraba al mundo al borde del Armagedón nuclear, entregando armas y dinero a Ucrania, y afirmó que estaba listo para desmantelar a “todo el establishment globalista neoconservador (los neocon), que nos arrastran a guerras interminables con el objetivo de luchar en el extranjero por la libertad y la democracia mientras convierten a EEUU en un país del tercer mundo, en una dictadura tercermundista”. El retorno de Trump a la Casa Blanca refleja un cambio radical en la geopolítica mundial, porque debilita el poder de los neocon en EEUU.
Ahora bien, Rusia, China y Estados Unidos son los centros de poder de un mundo que, desde el punto de vista estratégico militar, es cada vez más volátil; por eso es prioritaria la paz entre estas potencias. Sin embargo, por falta de diálogo y acuerdos de mutuo respeto, se ha vivido bajo el riesgo de que estalle la Tercera Guerra Mundial, con el empleo de las más sofisticadas armas de destrucción masiva.
Las tres potencias tienen de enemigo común a los neocon, extremistas que intentaron destruir a Trump mucho antes de su primera presidencia, después lo persiguieron con todos los medios, legales e ilegales, incluso atentaron contra su vida y por millonésimas de segundo no lo mataron. Trump los acaba de derrotar en EEUU, pero los neocon son fuertes en los países de la UE, desde donde lo combaten apoyando al movimiento nazi de Ucrania, encabezado por Zelenski. Las batallas que se dan entre Trump y Zelenski, realmente se dan entre Trump y los neocon, por eso, la caída de Zelenski será la mayor derrota de los neocon.
Lo mismo sucede en el conflicto entre Rusia y Ucrania, que en realidad se da entre Rusia y los neocon. El envío de armas de UE a Ucrania se hace para continuar un conflicto cuyo fin es derrotar a Rusia. Pero Rusia no puede perder esta guerra, pues desaparecería como país, pueblo y cultura, además tiene un inmenso poderío militar que todavía no emplea. Todo su futuro, y el de gran parte de la humanidad, depende de si gana o no la batalla de Ucrania.
El Presidente Trump regresó a la Casa Blanca luego de comprender que no vale la pena mantener el liderazgo de EEUU a cualquier precio, que se agotó la posibilidad de gobernar cargando sobre los hombros el control total de los acontecimientos que se dan en el mundo, ya que eso cuesta mucho y los resultados son magros. Por eso dio el primer paso hacia la normalización de las relaciones bilaterales con Rusia y llamó al Presidente Putin, con vistas a iniciar una negociación basada en los principios de igualdad y respeto mutuo.
Se espera que la administración Trump sea una mezcla de neocon (globalistas de derecha) y realistas. Trump se considera realista, pero esta ideología ha perdido peso en las últimas décadas. Para Rusia, el que Trump rechace la entrada de Ucrania en la OTAN es ventajoso, pues una guerra con EEUU es absurda. Sin embargo, Estados Unidos será gobernado por una fuerza hibrida (realista y globalista), muy difícil de entender, la victoria o la derrota de Rusia dependerá de cómo enfrente a esta fuerza.
Los globalistas del gobierno de Biden acercaron al mundo a la guerra nuclear y ahora se abre la posibilidad de alejarse de ese peligroso abismo. Pero no es fácil saber que rumbo tomaran las relaciones internacionales con Trump en el poder y sería un error garrafal creer que con él todo se resolverá, pues, más bien, los enfrentamientos, que darán cambios profundos en la geopolítica mundial, serán largos y difíciles.
Rusia solo se daría por satisfecha con la capitulación completa del régimen de Kiev y el control total de Ucrania, ya sea como parte de Rusia o como un Estado amistoso y neutral, lo que se decide en el campo de batalla. El problema es si gana o no. Esa es la realidad actual.
Rodolfo Bueno