¿Día del Padre? ¿Día de la Madre? ¿Y por qué no un Día de los Progenitores?
Junio nos trae una fecha especial: el “Día del Padre”. Un mes antes, celebramos el “Día de la Madre”. Ambos días se llenan de afecto, homenajes, regalos, abrazos. Pero, desde mi experiencia como padre, surge una reflexión que me acompaña desde hace años:
¿Por qué seguir separando estas celebraciones? ¿Por qué no existe un solo “Día de los Progenitores”?
Fui padre viudo cuando mi hija tenía apenas tres años seis meses de nacida. Desde entonces, me convertí en su guía, su cuidador, su apoyo incondicional. Criarla solo, fue uno de los mayores desafíos —y también una de las mayores bendiciones— que la vida me dio. Estuve con ella en cada caída, en cada alegría, en cada examen, hasta que se convirtió en profesional y formó su propia familia. Ella, con humor y amor, suele decirme:
“Papá, tú fuiste mi papá y mi mamá, todavía eres, te amo mucho”
Y tiene razón. Como también la tienen todas aquellas madres que, en muchos hogares, han sido ambos pilares: amor, firmeza y presencia. Mujeres que sacaron adelante a sus hijos solas, con coraje y sin excusas.
Por eso, propongo con respeto y convicción que demos un paso más: establecer el Día de los Progenitores. Un solo día para honrar a quienes crían con amor, sin importar su género. Porque el rol de criar no depende de si se es hombre o mujer, sino de la entrega, del sacrificio y de ese amor que no se mide ni se exige: solo se da.
Hoy veo que el Día de la Madre suele recibir más atención social que el Día del Padre. Y aunque toda madre merece ser celebrada, también lo merece ese padre que no abandona, que cuida, que alimenta el alma de sus hijos. Que enseña con su ejemplo y está presente en las noches difíciles, en los días de escuela, en los silencios que solo el amor sabe comprender.
Un Día de los Progenitores sería un homenaje más justo y más acorde con los tiempos que vivimos. Un reconocimiento para quienes ejercen la crianza, más allá de las etiquetas, los estereotipos o los moldes antiguos. Para los que están. Para los que se quedan. Para los que aman.
Además, esta propuesta no debería limitarse a una región ni a una cultura. En muchos países, no se celebra ni el Día del Padre ni el de la Madre. Quizás por tradición o por distintas costumbres, pero en todos los rincones del mundo existen padres y madres entregados que merecen ser reconocidos. Por eso, esta celebración debería convertirse en un homenaje universal. Porque los valores de amor, compromiso y responsabilidad no tienen fronteras.
Y ya que hablamos de responsabilidad, no podemos callar una realidad dolorosa: hay padres y madres que abandonan. Que desaparecen del corazón de sus hijos. Que dejan vacíos difíciles de llenar. Algunos por inmadurez, otros por egoísmo, otros porque simplemente no quisieron asumir la hermosa tarea de acompañar y formar.
El abandono no es solo físico; es también emocional. Hay progenitores presentes en cuerpo, pero ausentes en afecto. Y eso también duele. Pero, a pesar de esto, los hijos salen adelante gracias a aquellos que sí se quedan, que sí cuidan, que sí educan y ven las mil forma suplir las necesidades de sus vástagos.
Este día que propongo —el Día de los Progenitores— también es para hacer conciencia. Para recordar que criar es una misión sagrada, no una carga. Que un hijo no solo necesita comida, techo y escuela: necesita palabras, ejemplo y amor.
Celebremos, entonces, a quienes tienen el valor de cuidar con ternura, educar con paciencia y amar sin condiciones. Y ojalá algún día, esta fecha se extienda al mundo entero, como un símbolo de justicia, unidad y reconocimiento para quienes realmente lo merecen.
Por: Manuel Antonio Díaz Córdova