La irracionalidad de la guerra
La irracionalidad de la guerra
“Si realmente quieres la paz, prepárate para la guerra” es una máxima latina (si vis pacem, para bellum), que fue escrita por Vegecio en el año 390 y hace énfasis en la naturaleza violenta de la humanidad y la incapacidad de resolver sus conflictos y diferencias a través del diálogo.
La diplomacia de la negociación, buenos oficios, mediación y arbitraje, contemplados en el derecho internacional, se dejan de lado cuando hay intereses geoestratégicos y de otra índole, para rebasar los linderos de la paz y llegar a la imposición mediante los enfrentamientos bélicos.
¿Es verdaderamente necesario, en medio de una pandemia que afecta a todos los seres humanos y que pone en peligro su existencia, que haya confrontaciones que conduzcan a la amenaza y uso de la fuerza? No creo que nadie en su plena consciencia piense que sumando más muertos se solucionan los problemas.
Quizás la esencia misma del hombre sea la violencia y el lograr superarla requiere de estructuras legales y marcos normativos que busquen subsanar los diferendos antes que lleguen a derramar sangre. Diferencias siempre habrá, es consubstancial con la conducta humana y la realidad de la vida que vivimos. Los ejes alternativos, la búsqueda de consensos, las metodologías de solución de controversias, todas ellas podrían predominar antes que el uso de tanques, misiles, aviones e infantería para forzar e imponer soluciones.
No creo en las sanciones como mecanismos de solución de controversias, ya que nos han probado que el castigo a los más vulnerables afecta el modo de pensar de las élites dominantes y gobernantes.
La eterna violencia como solución es una necedad. Einstein decía “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”. La historia comprueba que la imposición de soluciones por la violencia duran poco y que sólo sirven para satisfacción temporal, mientras los costos en vidas humanas, infraestructuras, sistemas de producción y los aspectos sociales, perduran por años y hasta siglos.
OPINIÓN
Por Luis Gallegos Chiriboga
ExCanciller de la República