El Maestro y Margarita, obra inmortal
Por Rodolfo Bueno
Muchos críticos que escriben sobre el Maestro y Margarita, enfocan esta novela como si Mijail Bulgákov la hubiera escrito contra Stalin y el socialismo soviético, fingen ignorar que la buena literatura critica los defectos de la sociedad, independientemente de la época y país donde se desarrolla la trama. También ocultan cómo se promociona una obra de arte: en unos lugares lo que prima es la ganancia, en otros, la calidad y la belleza de la creación artística. Por otra parte, dan a entender que la censura sólo existe bajo el socialismo y callan que frecuentemente en el resto del mundo la misma toma ribetes de espanto; si no, se recuerda a Assange, al que sus verdugos martirizan sin razón legal alguna, sólo por haber defendido la libertad de palabra. Por último, ocultan que en la Unión Soviética se produjeron grandes obras de arte, que la censura occidental se encargó meticulosamente de ocultar.
Dejando aparte estos engorrosos detalles, centrémonos en la inmortal obra El Maestro y Margarita. Se trata de una novela que contiene otra novela, Poncio Pilato, una especie de Nuevo Testamento, según Bulgákov.
Así como el Jesús de esta novela no es Jesús, sino una especie de filósofo al que Poncio Pilato condena por expresar: “Cualquier poder es un acto de violencia contra el hombre y llegará el día en el que no exista ni el poder de los césares ni ningún otro. El hombre formará parte del reino de la verdad y la justicia, donde no es necesario ningún poder”; de manera semejante, el diablo, o Woland, personaje central de esta narración, no es precisamente el demonio del mal, sino que actúa como un poder hegemónico que pretende establecer justicia en este mundo injusto; no es la maldad, más bien, la combate y es agradable. Como si cumpliera el postulado de Goethe: “Soy parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal, pero siempre practica el bien”. Por eso, las dos únicas personas a las que elimina son Mijail Berlioz, el todopoderoso director de Massolit, o Literatura de Masas, que había impedido la publicación de Poncio Pilato, y un ex barón que trabaja para la policía secreta, que le encarga vigilar las actividades de Woland, o sea, un soplón. Las demás víctimas son castigadas de manera jocosa y quedan tan aterrorizadas y escarmentadas que, sin excepción, piden a las autoridades que los encierren en celdas acorazadas.
Cierto es que Bulgákov se burla sutilmente de los defectos del socialismo, pero al mismo tiempo se burla de los defectos del capitalismo, pues la avaricia, la envidia, la codicia, la vanidad y la traición, duramente criticados a lo largo de toda la obra, son también aberraciones de cualquier sociedad, y eso es precisamente lo que desde el escenario del Teatro Variedades apunta Woland, que los moscovitas no habían cambiado interiormente, pese a que la revolución triunfó quince años atrás.
Vale la pena recalcar la diferencia entre la Margarita de Goethe y la de Bulgákov; mientras la primera cae inocentemente en manos de Mefistófeles, y es perdonada, la segunda, que también es perdonada, pacta conscientemente con el demonio. Tan es así que cuando Asaselo, el ayudante de Woland que la debe reclutar, intenta que le devuelva la crema mágica que le acababa de entregar y con la que se debe convertir en bruja, ella expresa: “No, no, espere… Sé perfectamente a lo que voy”. Margarita va al encuentro con Woland para ser su dama de compañía, porque está dispuesta a todo con tal de saber algo de su amante, el Maestro, que inexplicablemente había desaparecido, y del que Asaselo le ha informado que está con vida.
Luego del Gran Baile de Satanás, realizado en Moscú en una noche de plenilunio, y en el que todos quedaron satisfecho del encanto de Margarita, hay una tertulia en el departamento de Berlioz, ocupado ahora por Woland y su séquito. Margarita, que piensa arrojarse al río, porque lo ha abandonado todo y no tiene a donde ir, antes de partir ofrece a Woland hacer cualquier cosa que le pida, sin demandar a nada a cambio. Woland, que ha adivinado su pensamiento, le recalca: “¡Tiene razón, así se hace! ¡Nunca pida nada a nadie! Nunca y, sobre todo, nada a los que son más fuertes que usted… Siéntese, mujer orgullosa”, y ofrece recompensarla con lo que ella exija.
Margarita, en vez de pedir por el Maestro, lo hace por Frida, una muchacha que fue engañada por su patrón y fue condenada a portar eternamente el pañuelo con el que ahogó a su tierno hijo. No lo hace por bondad, sino porque cometió la imprudencia de infundir esperanzas a Frida y de no concederle ese perdón no tendría tranquilidad en el resto de sus días. “¿Qué quiere?, pero para usted misma”, tiene que Woland requerirle para que Margarita exprese: “Quiero que ahora mismo, en este instante, me devuelvan a mi amado Maestro”, quien es liberado de inmediato del manicomio donde se encontraba luego de ser denunciado de poseer obras prohibidas.
Además, Woland recupera intacta la novela Poncio Pilato, que el Maestro había enviado a la hoguera, porque los manuscritos jamás arden, según él, y le augura a la obra grandes éxitos e inmortalidad a futuro; también cumple con el deseo de Margarita de que todo vuelva a ser como era antes, lo que, según el Maestro, no es posible, idea con la que concuerda Woland, que, sin embargo, hace lo imposible.
Woland y Berlioz dicen al Maestro casi lo mismo sobre Poncio Pilato, pero mientras el primero se asombra y se ríe como un trueno, el segundo lo hace autoritariamente y le indica que personajes y novelas de ese tipo no tienen asidero en el mundo literario, razón por la que desde el mismo inicio Woland castiga a Berlioz.
En cierto sentido, Bulgákov toma la idea de Cervantes, quien crea al Quijote, un hidalgo pobre que ha enloquecido por leer libros de caballerías y se cree un caballero andante del medievo, dispuesto a combatir los entuertos del mundo, junto con su leal escudero, Sancho Panza; de igual manera, Bulgákov recurre a Woland para derrotar las taras de las sociedades humanas.
La diferencia es que mientras el Quijote muere de pesadumbre moral, por no haber culminado con éxito su noble propósito, en cambio, Woland parte de Moscú luego de castigar a los delincuentes que pululan bajo el socialismo y en el mundo entero. También premia al Maestro alojándole en una especie de Campos Elíseos, para que se dedique a escribir y escuchar a Schubert.
Y así como las aventuras de don Quijote, locuras inverosímiles para la razón humana, se vuelven reales en cada capítulo de la obra de Cervantes, lo mágico, lo increíble, lo imposible y lo fantasioso, que hay en cada página del Maestro y Margarita, se hacen verosímiles por arte de birlibirloque, desde la aparición de Woland en el Estanque de los Patriarcas de Moscú y su insólita conversación con Berlioz y el poeta, apodado “el Desamparado”, hasta la liberación del eterno martirio de Poncio Pilato, quien en adelante y a lo largo de los luminosos rayos de luna, acompañado de Bangá, su leal perro, se dedicará a filosofar con Jesús, de cuya ejecución se ha arrepentido.
El Maestro y Margarita es una obra mágica no sólo por su contenido irreal, sino porque todo lo que en ella ocurre es aceptado mágicamente por el lector, que incluso llega a rechazar la explicación científica que la autoridad oficial da al público sobre los acontecimientos sobrenaturales que se dieron en Moscú, cuando el demonio decidió celebrar en esa ciudad su aquelarre anual; lo hace no sólo porque la ciencia no abarca los fenómenos sobrenaturales, sino porque comprende que este relato supera a la lógica racional.
También queda claro que, para combatir a los males modernos, se requiere de fuerzas colosales que incendien, igual que el séquito de Woland hizo arder los lugares privilegiados del socialismo soviético, los lugares de Occidente donde se expende para los multimillonarios, que viven en una opulencia que empequeñece a la sibarita, pues en algo deben gastar el dinero estos pobres de espíritu, perfumes de fragancia exótica, fabricados para su consumo exclusivo, whisky de cuarenta mil dólares la botella, relojes de un millón de dólares, automóviles de plata pura, excusados de oro, incrustados de diamantes y yates de cientos de millones de dólares.
Estas riquezas y la pobreza en el mundo están vinculadas y son generadas sobre la base de desplumar al prójimo. Así, la explotación del hombre por el hombre, la socialización por parte del Estado de la deuda privada, las exenciones de impuestos a los grandes empresarios y la privatización de las empresas públicas a precio de fantasía, en las que participa un sector exclusivo de compradores, que da tajada a la burocracia corrupta que les favorece, son las reglas de juego con las que cualquier Perico de los Palotes se convierte en millonario, pues no hay actividad productiva que genere tanta riqueza. Por lo tanto, bienvenido sea nuevamente Woland y su séquito.
La novela El Maestro y Margarita, que ahora ha triunfado rotundamente, tal como lo vaticinó Woland al Maestro, fue llevada magistralmente al cine por Vladímir Bortkó, y ojalá que en Occidente, donde dicen que no hay censura, la promuevan.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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