El misterioso crimen que horroriza al mundo
El hijo de un famoso actor español mató y descuartizó a cirujano estético colombiano en Tailandia y enfrenta la pena de muerte
A la señora Pui le entra una risa nerviosa cuando alguien le recuerda que hace unos días, apenas a 100 metros de su casa, un turista extranjero mató y descuartizó a otro turista. Y lo que más le perturba es que esparció algunos de sus restos, como la cabeza y el brazo derecho, por el agua donde ella se da un chapuzón todas las mañanas.
«Esta zona siempre ha tenido fama de ser la más tranquila de la isla. Los turistas que buscan calma y no fiesta, vienen a Salad Beach. Por eso impresiona aún más que haya sucedido un crimen tan macabro en nuestra puerta».
La señora Pui es la administradora de uno de los resorts de bungalow que rodean a la playa. Son baratos, entre 12 y 40 euros la noche. Ella, que este lunes respiraba un poco más tranquila después de un fin de semana donde la policía había prácticamente acordonado esta esquina al noreste de la isla tailandesa de Koh Phangan, es la que nos lleva hasta la escena del crimen.
«Es la habitación B.6. Allí el español descuartizó al colombiano», suelta la mujer. Un poco más abajo de su hotel se encuentra el Haad Salad Villa, el resort donde el chef Daniel Sancho, de 29 años, mató el 2 de agosto al cirujano plástico Edwin Arrieta Arteaga, de 44. En el alojamiento aseguran que, pese a todo, están completos de reservas durante casi todo el mes. «Ha sido horrible, estamos todos un poco aturdidos», explica uno de los trabajadores. «Igual esto ahora atrae a muchos turistas a los que les gusta dormir en lugares donde han ocurrido crímenes», bromea otro empleado.
Con el ruido de los policías y de las cámaras de televisión en otra parte, la vida en Salad Beach ha vuelto a una extraña normalidad. El silencio y la playa medio vacía, que es la estampa habitual entre semana, volvía a ser la fotografía del lugar. Pero nadie se olvida de lo que ocurrió aquí.
Por ello, sobre el terreno y con la ayuda de un agente de la Policía de Koh Phangan que estuvo presente durante la confesión de Sancho, tratamos de reconstruir todo lo que sucedió entre el 2 y el 4 de agosto en el tranquilo resort de mochileros que ha sido el escenario del crimen más atroz que se recuerda en esta turística isla.
EL PUÑETAZO
Sancho y Arrieta llegan en moto al bungalow. Entran en la habitación y ambos se sientan en el colchón. El chef le dice al cirujano que su relación se tiene que acabar, que ya no aguanta más la presión y el acoso al que se ve sometido. Arrieta, enfadado, se opone y agarra de las muñecas al español, tratando de forzarle para tener sexo.
Sancho se levanta al instante de la cama. Arrieta le sigue hasta la puerta del baño. Es entonces cuando Sancho cierra con rabia su mano izquierda y lanza un puñetazo en la cara a Arrieta, quien se balancea hacia atrás terminando por golpearse la cabeza con el borde del lavabo durante la caída.
El colombiano, que tiene una brecha abierta que le sangra bastante, trata de incorporarse para forcejear con Sancho, mordiéndole el brazo izquierdo y arañándole la espalda. El español, tras escabullirse, agarra la cabeza de Arrieta y la estampa de nuevo contra el lavabo. El médico vuelve a caer desplomado al suelo, pero esta vez no se levanta. Sancho cree en un primer momento que ha perdido el conocimiento.
Un charco de sangre comienza a esparcirse por el suelo de la habitación. Sancho está exhausto. Da vueltas por la habitación. Está nervioso. No sabe cómo reaccionar ante el dramático desenlace de la pelea. Tarda hasta una hora en darse cuenta de que Arrieta está muerto.
LIMPIANDO LAS PRUEBAS
Sancho arrastra el cuerpo de la víctima hasta la ducha y con el agua limpia la sangre. Después, decide urdir un plan para deshacerse del cadáver sin dejar rastro. Uno que quizá ya tenía trazado previamente teniendo en cuenta las herramientas que había comprado el día anterior en una tienda de la isla: bolsas de plástico grandes, un cuchillo de picar carne, una sierra, guantes de goma, detergente, una esponja y lanas de acero inoxidable. Primero, usa el cuchillo para cortar la ropa que lleva Arrieta, una camiseta y pantalón corto, ambas prendas de color negro. La sierra la utiliza para mutilar el cuerpo y colocar hasta 14 piezas en bolsas de basura que va guardando en la pequeña nevera que hay en la habitación. Con el cuerpo ya desollado, el asesino limpia a fondo todo el cuarto.
Alrededor de las 23.00 horas del 2 de agosto, Sancho comienza a sacar trozos de la nevera y los mete en una bolsa de deporte negra que pertenecía a Arrieta. Sale del resort y recorre 300 metros hasta la playa, donde compra por 35.000 baths, que al cambio no llega a 1.000 euros, un kayak rojo en un kiosko que normalmente solo alquila los botes. El español, subido al kayak y con la bolsa negra, rema unos 600 metros mar adentro. También lleva consigo un pequeño cuchillo con el que raja la bolsa para que vayan cayendo al agua los restos de Arrieta.
Ya en la madrugada del día 3, de vuelta en la habitación del hotel, Sancho saca de la nevera más partes trituradas del cuerpo de Arrieta, como la cadera, la pierna izquierda o la pelvis. Las mete en bolsas verdes de fertilizantes y negras de basura. Luego, sale de nuevo del resort, pero esta vez se sube a la moto que tiene alquilada, la misma con la que recogió horas antes a su víctima en el puerto de la isla, para coger la carretera que lleva al sur y tirar los restos por los contenedores que se va encontrando por el camino.
La última parada es en la playa de Haad Rin, a más de 45 minutos en moto del escenario del crimen. Son alrededor de las 3.00 horas. Sancho lanza al mar otra bolsa que contiene el pasaporte y la cartera de Arrieta. Después, vuelve al hotel de Salad Beach para dormir un rato.
TRAS EL CRIMEN, FIESTA EN LA PLAYA
El cocinero se levanta a las 6.00 horas, vuelve a meter más restos del cuerpo mutilado del colombiano en bolsas y sale otra vez en kayak para lanzarlos al agua. El viaje (de la nevera al mar) lo repite de nuevo esa misma mañana. Y lo vuelve a hacer por la noche, ya por última vez, sobre las 23.00 horas, cuando vacía definitivamente todo el frigorífico. Durante el fin de semana, la cabeza, la mano derecha, el brazo derecho y el hombro de la víctima aparecerían flotando dentro de una de esas bolsas.
Tras deshacerse de todos los restos del cuerpo, el español se dirige, acompañado por un par de chicas, a la popular fiesta de Luna Llena, que se celebra todos los meses en la playa de Haad Rin y a la que asisten miles de juerguistas de todo el mundo.
Los medios tailandeses ya estaban sacando las primeras noticias sobre unos restos humanos encontrados en la planta del basurero municipal. Sancho, nervioso por esas informaciones que van saliendo, decide dejar la fiesta para ir a comisaría, sobre las 00.30 horas de la madrugada del 4 de agosto, a denunciar que su acompañante, el hombre con el que había quedado en la isla para pasar unos días de vacaciones, había desaparecido.
Ya todos conocen el desenlace de la historia: tras confesar el crimen («Soy culpable, pero yo era el rehén de Edwin», declaró el domingo a la agencia de noticias Efe) y que todas las pruebas (vídeos de las cámaras repartidas por la isla y las muestras de ADN tomadas de la habitación del hotel) apuntaran al mismo culpable, Daniel Sancho ha pasado este lunes a disposición judicial y será procesado en Tailandia por homicidio, por lo que podría enfrentarse a una condena de cadena perpetua o, incluso, a la pena capital.
El precedente del otro descuartizador español que podría salvar a Daniel Sancho de la pena capital
Daniel Sancho no es el único español que ahora mismo se encuentra detenido en Tailandia acusado de asesinar y desmembrar a otro extranjero. El precedente a su caso lo encontramos en un mediático suceso ocurrido en Bangkok en 2016, cuando el empresario y estafador Artur Segarra secuestró, torturó, asfixió y descuartizó a un consultor de la localidad de Lleida llamado David Bernat. Después de meter los restos del cuerpo mutilado en varias bolsas de plástico, al igual que habría hecho Sancho según su propia confesión a la policía tailandesa, Segarra los arrojó al río Chao Phraya, que atraviesa la capital tailandesa.
Sancho, de 29 años, se encuentra ahora mismo bajo custodia policial mientras los agentes tratan de reconstruir con su ayuda el crimen recorriendo la turística isla de Koh Phangan, al sureste del país, donde descuartizó al cirujano colombiano Edwin Arrieta Arteaga.
La captura de Segarra (41 años) fue bastante más compleja. Huyó a la vecina Camboya tras cometer el asesinato. Pero con su rostro circulando por todas las televisiones de España, una pareja española que estaba de turismo en este país del sudeste asiático lo reconoció y alertó a la policía. Segarra fue entregado a las autoridades tailandesas y, un año más tarde, lo condenaron a muerte. Sus abogados recurrieron ante el Tribunal de Apelaciones, que falló en su contra. Más tarde lo intentaron de nuevo ante el Tribunal Supremo, que ratificó la sentencia. No parecía haber salida posible para el español.
Pero la suerte de Segarra cambió en 2021. Cada 28 de julio, el excéntrico rey Maha Vajiralongkorn, quien cumple años en esa fecha, muestra en público un acto masivo de clemencia y ordena el indulto para miles de presos, así como conmutar la pena capital por cadena perpetua para muchos reos destinados a ser ejecutados mediante una inyección letal.
Sobre la pena de muerte en Tailandia, la última ejecución ocurrió en 2018 tras casi una década sin efectuarse ninguna. En el país asiático subsisten alrededor de 60 delitos que dan lugar a la pena capital, desde homicidio hasta tráfico de drogas. Pero lo cierto es que la gran mayoría de los delitos más graves son castigados directamente con la cadena perpetua.
Segarra pasó años manteniendo su inocencia, insistiendo en que la verdadera asesina era la ex pareja de Bernat, una tailandesa llamada Pritsana Saen-ubon, y que todo era un complot entre ella y la policía para presentar pruebas en su contra. Sin embargo, el español finalmente reconoció su crimen en una carta que, en 2020, desde su encierro en la prisión de máxima seguridad de Klong Prem, envió al rey pidiendo una clemencia que le llegaría en el 68 cumpleaños de Vajiralongkorn.
En la misiva, Segarra reconoce que mató a Bernat la noche del 19 de enero de 2016 tras una discusión con la víctima. Pero los investigadores tailandeses siempre han sostenido que Segarra secuestró a Bernat (un ingeniero y consultor de telecomunicaciones de 39 años que vivía en Teherán pero que pasaba largas temporadas en Bangkok) y lo retuvo durante siete días en el apartamento que tenía alquilado en la capital. Allí lo descuartizó. Las cámaras de seguridad mostraron que ambos hombres estuvieron de fiesta aquel 19 de enero en el barrio rojo de la ciudad, y que volvieron en moto de madrugada al apartamento de Segarra. No se volvió a ver a Bernat con vida.
Las autoridades no encontraron los restos del cadáver hasta el 30 de enero en el río. La policía mantiene que Segarra, durante el tiempo que tuvo secuestrado a Bernat, lo extorsionó para que la víctima le hiciera una transferencia con el dinero.
Como prueba, además de las muestras de ADN y las grabaciones de las cámaras de seguridad que evidenciaban la autoría del crimen, los investigadores encontraron extractos bancarios con transferencias de 930.000 euros desde las cuentas de la víctima.
ACTUALIDAD
Historia de El Mundo de España,
para Ecuador Ne
Para ver más noticias, descarga la Edición