PRIORIZAR GASTOS
Todos sabemos que, en época de austeridad, es decir cuando nos tocan las vacas flacas, hay que hacer recortes, hay que poner por delante lo que es indispensable y tal vez postergar aquello que podría resultar más placentero y hasta de relumbrón.
Entiendo que así debe actuarse tanto en las economías domésticas, privadas, como en las públicas, por ello nos preocupamos cuando vemos gastos suntuarios por parte de los gobiernos locales de muchas circunscripciones geográficas del país, como que se sigue practicando la teoría del pan y del circo, sobre todo cuando se trata de las fiestas que por cualquier motivo constan en el calendario festivo del país.
Uno de los ejemplos es el pasado carnaval, cuando vemos desfilar por las pasarelas de ciudades grandes y pequeñas, a artistas, algunos de ellos de talla internacional, que seguramente facturan en grande cuando se trata de los cobros que se hacen por sus presentaciones, los gastos se disparan y claro, quien tiene que pagar la factura, en última instancia, es el propio pueblo que lo hace a través de los impuestos.
Durante estas pasadas festividades, han salido publicadas en la prensa y también en redes sociales, los gastos en los que los gobiernos descentralizados autónomos han incurrido para entusiasmar a la gente, tal vez atraer unos cuantos turistas, y, de paso, darse un baño de popularidad.
Pero, y ahí viene el gran dilema ya que por otro lado, vemos que las inundaciones debidas a las fuertes lluvias han causado destrozos, han arrasado con viviendas y cultivos, han destruido carreteras, puentes, han puesto en riesgo a múltiples personas, y, en ese caso, es fácil exigirle al gobierno central que contribuya con los gastos.
Mi pregunta y reflexión van por el lado de ¿por qué no priorizar los gastos? Si sabemos que estamos en temporadas de lluvia, lo adecuado habría sido usar los dineros de los festejos para solventar las necesidades urgentes de los habitantes de la zona.
Así habríamos actuado en la economía propia. ¿Verdad? Por ello nos sorprende que no se haga en la economía pública, donde el gasto debe ser sagrado y los bienes públicos, los recursos, manejados con austeridad y pertinencia.
Por: ROSALÍA ARTEAGA SERRANO