El rostro suizo de la arquitectura de Quito, que atrae al turismo
La familia Durini, originaria de Tremona, contribuyó a modelar el rostro arquitectónico de la capital ecuatoriana en el siglo XIX.
Andrea Tognina, desde Quito
En el ámbito de la Semana de la Lengua Italiana en el mundo, que se llevará a cabo del 13 al 19 de octubre, la Embajada de Suiza en Quito propuso una serie de actividades dedicadas a la familia Durini y a la arquitectura de la localidad de Tesino.
El centro histórico de Quito, inscrito desde 1979 en el patrimonio mundial de la UNESCO, es conocido en el mundo entero por su arquitectura colonial. Menos notorio es el aporte de la familia Durini al desarrollo arquitectónico neorrenacentista de la capital ecuatoriana.
Sin embargo, casi todos los visitantes de la ciudad han pasado al menos una vez delante del monumento, dedicado a la sublevación contra la Corona española del 10 de agosto de 1808, que se erige en el centro de la Plaza Grande (o Plaza de la Independencia) de Quito, entre el Palacio Presidencial, la Catedral, el Ayuntamiento y el Palacio Arzobispal.
El monumento fue esbozado por los Durini en 1904. Se trata de la primera obra de la familia de arquitectos y constructores tesineses en Ecuador. En los años siguientes, los Durini -sobre todo Francesco Durini Cáceres (1880-1970)-, construyeron varios edificios en Quito y en el resto del país.
Entre ellas figuran el Círculo Militar (diseñado por Francesco Durini en 1917), la antigua sede del Banco Central de Ecuador (1921) y la Banca de Pichincha (1936).
Historia ejemplar
El caso de los Durini puede considerarse ejemplar en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la mano de obra tesinesa, acostumbrada desde siglos a tomar el camino de la emigración, buscaba nuevos horizontes.
«Sobre todo entre los años 1870 y 1880, cuando el destino principal del éxodo europeo era el continente americano», recuerda el arquitecto Francesco Repishti, profesor del Politécnico de Milán.
El también colaborador de la Academia de Arquitectura de Mendrisio (cantón Tesino), impartió una serie de conferencias en Quito en el marco de la Semana de la Lengua Italiana.
«La formación de nuevos Estados en América Latina después de las guerras de independencia reclama de Europa competencias profesionales que no existían en ese momento en la región. Los Durini llegaron a América en este contexto».
Giovanni Durini (1826-1907) fue el progenitor de la descendencia latinoamericana de los Durini. Antes de cruzar el Atlántico, este tesinés se dedicaba a labrar piedras en las cavas de Arzo.
En Centroamérica, Giovanni se dedicó al sector de la construcción, con tal prosperidad que pudo enviar a sus dos hijos, Lorenzo (1855-1906) y Francesco (1856-1920) a estudiar en Italia.
«La mentalidad emprendedora caracteriza a todos los trabajadores emigrados del Tesino», observa Repishti. «Su fuerza reside en su capacidad organizativa. Las familias funcionan como empresas con una amplia red de relaciones, ya sea en el país de destino o en su tierra de origen. Saben movilizar capitales y conocimientos para obtener contratos y llevar a cabo las obras encomendadas.»
El dorado
en Ecuador
En 1903, un año después de llegar al poder, el presidente de Ecuador, Leonidas Plaza Gutiérrez, invita a Quito a los hermanos Lorenzo y Francesco. Les confía la realización de una red de distribución de agua y energía eléctrica en la capital. «Evidentemente, la familia supo entablar buenas relaciones con el nuevo presidente ecuatoriano», anota Repishti.
No obstante, la empresa fracasa, tanto desde el punto de vista técnico, como del financiero. Francesco no logra reunir el capital necesario en Europa y abandona Ecuador. Es un momento difícil para la familia. Finalmente, Lorenzo le pide a su hijo que vuelva de Italia, donde lleva tres años estudiando arquitectura.
Los Durini superaron pronto la crisis, gracias a la obtención del contrato para el monumento de la Plaza de la Independencia. «El monumento completo se ejecuta en Italia por Adriatico Froli, de Carrera, con granito de Montorfano (región del Lago de Como) y de Baveno (Lago Maggiore). Después se transporta a América», recuerda Repishti.
Ahí comienza el éxito de los Durini en Ecuador y su influencia en la arquitectura del país.
«En mi opinión, la actividad de mis antepasados es la mayor contribución helvética al Nuevo Mundo, desde el punto de vista arquitectónico y cultural. En Ecuador, finalmente, se comienza a reconocer su papel», afirma con orgullo el psicoanalista Pedro Durini, hijo de Francesco y autor de los primeros estudios de su familia.
Francesco Repishti se muestra más prudente. «El interés de los Durini no reside tanto en su lenguaje arquitectónico, sino más bien en su visión empresarial y en su papel como difusor en América Latina del estilo ecléctico (de moda entonces en Europa) y de las nuevas técnicas de construcción».
